mardi 24 novembre 2020

Nota pedalística sobre la VCA


 

La calzada romana que saliendo de Altinum atravesara el imperio buscando el norte y pasara por Augusta Vindelicorum (Augsburg) antes de terminar en Sumuntorium (Mertigen, Baviera), me vio, junto con mi amigo EW, pedalearla en sentido contrario y después de terminar en Altino, dar un salto hasta Venecia. La Vía Claudia Augusta comenzó a aparecer en septiembre del 2012 en el blog “Claudia-Augusta, de Donauwörth a Venecia”.

http://claudiaaugustaenbici.blogspot.com/

Por razones tecnológicas que desconozco, un día el blog apareció bloqueado, justo cuando andaba por los confines de Baviera (Füssen) y a las puertas de Austria.  No iba a dejar de postear y decidí continuar el camino en otro blog, nombrado “Vía Claudia-Augusta, de Donauwörth a Venecia (Füssen-Altino).

https://claudiaaugustaenbici2.blogspot.com/

La aparición de Facebook y otras maneras de comunicar, no siempre edificantes, trajeron consigo la decadencia de los blogs, y a nosotros, blogueros y hacedores de bitácoras, adaptarnos a las nuevas circunstancias y formas de expresión. Creo que Facebook permitió, y me seguirá permitiendo compartir, crónicas urbanas, y quizás otros caminos, pero es a aquellos lectores, unos fidelísimos y otros que pedalearon irregularmente las etapas, a quienes doy las gracias por la lectura y el tiempo que le dedicaron. Vuelvo a colocar los enlaces, si alguna etapa se les escapó o quedó olvidada en el camino.

Nos seguiremos viendo! cAc

La hoja cuadriculada


Hoy amanecí escribiendo en una hoja, evidentemente que no en una hoja amarilleada por el otoño, y tampoco en una hoja inmaculadamente blanca. Arranqué una hoja cuadriculada de un cuaderno escolar con la intención de recordar aquellos viejos tiempos en que aprendimos caligrafía, en la escuela, y luego practicábamos en la casa. En esas prácticas recuerdo a mi madre, a mi tía Migdalia y a mi hermana. Todas tenían una escritura cadenciosa y lineal, hermosa. Y precisamente hoy, recibo una tarjeta de una apreciada amiga, con un dibujo del desaparecido diseñador Cabu, sobre une « feuille quadrillée ».  El Grand Duduche mira a través de la hoja cuadriculada, y para ello aprieta las cuadrículas como se aprietan las hojas de una persiana veneciana. Genial Cabu y genial su personaje perezoso e irreverencioso. Doblé mi hoja, y pensé en Cabu y en todos los colaboradores del semanario, asesinados friamente por la crueldad y la ignorancia de hombres convertidos en máquinas de matar, el 7 de enero del 2015. ©cAc-2020

lundi 23 novembre 2020

dimanche 22 novembre 2020

Panorama dominical de dos provincias (Gard & Vaucluse)


Como ayer, hoy el sol vuelve a presentarse en astro rey sin necesidad de sacar su redondez entre nubes encadenadas. El viento de anteayer las barrió todas y ellas temerosas no quieren volver. El sol afuera provoca a la rebeldía. Salir como el sol, esa es la provocación. Rodar, pedalear, caminar. Pedalear por la garriga que lleva a la Combe rocosa. Descubrir el Ródano desde la altura. Del otro lado, Vaucluse, con el Mont Ventoux envuelto en la bruma de las tres de la tarde. De este lado, el Gard, Salvatierra aprovechando la lluvia de sol que parte en escampada. ©cAc-2020

samedi 21 novembre 2020

vendredi 20 novembre 2020

jeudi 19 novembre 2020

El éxodo del escarabajo dorado

Años después de la caída en desgracia del álamo blanco, cuando del gigante a dos troncos solo quedaba el pie desnudo, comenzaron a llegar aquellos terrícolas que vieron en las galerías subterráneas, verdaderaros laberintos donde refugiarse. Con los grandes soles de julio, una familia de escarabajos rinocerontes del Egipto, salió toda a la superficie para airearse. Por una grieta vertical del tronco entraban y salían laboriosas hormigas dedicadas a hacer las reservas del todavía lejano invierno. El hermoso hongo abanicado fue creciendo y agarrándose con fuerza a la corteza fragilizada por algunas lluvias primaverales. A la sombra del hongo, se instaló un solitario escarabajo cuyo lomo brillaba con reflejos dorados. Entraba y salía a las entrañas de la tierra sin molestar a nadie. La tarde azulosa de un octubre poco otoñal, el templo fue desmoronándose hasta quedar reducido a un mosaico ovalado de madera. Un terremoto humano había hecho trepidar la tierra y a cada sacudida, alineados batallones de hormigas fueron dejando vacías las galerías. Ni rastro de los escarabajos rinocerontes. Como ovillos, insensibles a todo, los gusanos blancos que poco a poco habían cercenado el corazón del álamo, fueron aplastados por la tierra, lengüetas de hongos interiores y filosas cortezas. Al instalarse el silencio, el escarabajo dorado fue dejando atrás la violencia del hombre y como una minúscula tortuga fue buscando un sitio seguro donde encontrar protección. Brillaba y con el brillo de sus alas, daba a entender que era un sobreviviente del sismo mecanizado. Quizás volaba, pero siempre volvía al orificio oscuro abierto a los pies de un ciprés florentino. Herbívoro el escarabajo dorado, mordisqueaba las hojas de rosa. Regresaba a su guarida. Una mañana, dejó de pasearse alrededor del pozo. Arrastraba sus seis patas con una lentitud descomunal. Dejó el recodo donde crece el bambú tailandés y siguió caminando en dirección desconocida. Atravesó imaginarias tierras y arenales. Esperó el crepúsculo para avanzar en dirección a la higuera. Apetitosas hojas para un escarabajo solitario. Volvió a desaparecer. Debe andar ya lejos, llevando a cuestas el peso de su éxodo a otras tierras provenzales. ©cAc-2020

mercredi 18 novembre 2020

Entrega amazoniana a mitad de semana


El cartero cuando pasa no llama, pero pasó dos veces. La segunda para entregarme el envío de Amazon. Dentro, Soñar como es debido con una flor azul, de Abel German. Tuve la primicia de leerlo antes de que saliera publicado por Dos Islas, pero como otras veces he manifestado, nada como hojear un libro, avanzar, volver atrás, llegar al final. Y he vuelto a sentarme en la tranquilidad del confinamiento, para, esta vez no soñar, sino arrancar el inmenso campo de flores azules que llenan los paisajes poetizados por el autor. Vuelvo a incitar a que descubran sin miedo la puerta que remite a un sinnúmero de respuestas antes no encontradas. Amazon tiene en cuenta después del punto el sitio a dónde enviarlo (.com, .es, .fr), a ustedes de elegir, y a mí de conectarlos a Flores azules para una estación contemporánea, un excelente artículo-comentario de la también poeta y narradora cubana residente en Miami, Odalys Interián, aparecido en Puente a la vista, el 6 de octubre de este año:

https://puentealavista.org/2020/10/06/flores-azules-para-una-estacion-contemporanea/

Buena lectura, del libro y del artículo.

mardi 17 novembre 2020

Kiké

 

Ni un alma en el camino pedregoso paralelo al río. Dos cisnes blancos en una danza de cuellos ora chasqueando el pico naranja ora haciendo eses indescifrables. La soledad acompañada del silencio. Extasiado mirando a los dos cisnes, una masa blanca entre la maleza de la orilla. El ruido ligero aplastando las piedras del camino lo desviaron de su éxtasis delante de los cisnes. Subió el sendero en declive abierto por un pescador y esperó entre los arbustos como el soldado emboscado esperando el paso de un tanque. Monsieur, monsieur, ladró el de pelaje blanco con una mancha negra a un costado de su lomo. Señor, llevo horas perdido. Me perdí corriendo detrás de una paloma torcaza. Era gris, era hermosa, y levantó el vuelo y quedé embobecido viendo su aletear elegante. Corrí entre los surcos, volví atrás, desesperado. Mi patrón debe estar también desesperado. Este es su número señor. Se echó en el camino. Temblaba. Latía su corazón. Hocico de perro húmedo. Ojos extraviados como él. Merci monsieur, dejó escapar todavía echado al suelo. Estaré con Kiké hasta que usted llegue. Cuando escuchó el ronroneo de la vieja camioneta, movió el corto rabo en señal de contentura. Saltó al asiento delantero y partió prometiendo no volver a extraviarse. ©cAc-2020

lundi 16 novembre 2020

El álamo blanco

Ya era octogenario cuando se vio acosado por un hombre grande, no tan grande como él, pero grande, trepando con unas botas de gigante, gigante como él, atado a cintas y cadenas, y una ruidosa arma, poderosísima, que el hombre utilizaba para cortarlo. El hombre subía y él bajaba. El álamo temblaba. No como aquella vez en pleno invierno, desnudo, entonces daba ramajazos con sus ramas, queriendo sobrevivir a toda costa. Y sobrevivió, fragilizado por los cortes desmesurados. Siguió dando sombra, altivo, como lo que era, un álamo blanco. El viento lo hacía gemir y a veces gritaba buscando compasión. Como la peste, brotó un hongo en sus pies. Un hongo amarillo, verdoso, verdadero coral de tierra. Creció. Envolvió al álamo de doble tronco. Firmó su muerte. A corte y corte, fue reduciendo su cuerpo revestido de esa corteza bicolor que lo distingue del abedul ordinario. Quedó convertido en mostrador, cantina de gusanos, galería de hormigas, y una familia de escarabajos dorados, hizo de una herida su escondrijo. Pudrió la piel, perdió toda huella de corteza y terminó reducido a nada. Un nada que hachas, picos y cinzeles no pudieron destrozar su corazón latiendo agua. Esperó paciente. Vivió atemorizado por  el maltrato de la lluvia, el último rayo de sol del otoño, y supo del fin cuando un tsunami de hierro lo sacó de su entraña centenaria. Desapareció el álamo blanco. ©cAc-2020

dimanche 15 novembre 2020

Envoltura nubosa

Una masa de algodón gris, perfectamente gris, armonioso, al levantar la vista al cielo. Una llovizna helada, solidaria con la tierra seca de hace meses. La tierra indulgente, comprensiva, dejándose acariciar por la llovizna. Y luego el verde, no un solo verde, una paleta de verdes vistiendo la carne vegetal. Una profusión de verdes, donde la melancolía se siente distinta, al distinguir la mirada verduzca del pino. Y verde era la mirada de la acacia, de un verde acaramelado. Trina un verdon entre las ramas del níspero. Pero no es todo verde. Tiene manchas amarillas en sus alas y la cola negra. Verde en apariencia, no como el saltamontes que es todo verde y pasará el invierno escondido en una rama del erable que fue de un verde tierno. Los cipreses como el pino, de un verde altivo, seguros de la pureza del color. La salvia no deja ese verde aterciopelado que la cubre. El gris nuboso sorprende al verde y lo envuelve para que duerma, lo deforma, lo hace negro como una noche sin estrellas verdes. ©cAc-2020

samedi 14 novembre 2020

Paseo sabatino con un padre que ya no existe

El camino podía andarse. El padre dio la mano al muchacho y le fue mostrando cómo saltar los charcos de agua fangosa. La noche anterior, la lluvia fue lastimando un viejo tronco, triste, enfermo. Al alba, una ráfaga de viento lo maltrató, escuálido, el árbol temblaba, temía caer al río. Cayó todo del lado del camino. Padre e hijo saltaron el obstáculo. Todavía respiraban sus ramas, quejidos verdes y lágrimas resinosas. Soltó al hijo como se suelta a un potro, y el muchacho  corrió detrás de una mariposa extraviada. Se detuvo al llamdo del padre. Ven, dame la mano. Pon atención, escuchas ese ronroneo? El padre lo levantó, le dio una voltereta cariñosa y lo sentó a horcajadas sobre sus hombros. Subieron la cuesta para alcanzar el dique. Un rumor de agua acuchillada, un chapoteo, el agua erizada, el ronroneo, dos ranas sorprendidas en un croar amoroso. El ronroneo se fue acercando, avanzaba por el lado derecho, contrario a la corriente, apareció lentamente y apenas descubierto, ya surcaba las aguas grises en la mitad del río. La barcaza era un sol largo amarillo. El muchacho divisó la bandera. La misma de la escuela padre. El padre lo bajó de sus hombros y lo depositó a sus pies como se deposita una joya en la tierra enlodada. Volvieron atrás, volvió el muchacho a saltar el árbol caído, a chapotear en los charcos, a sentir la mano tibia del padre, que acababa de regalarle esa imagen que raramente vuelve en la vida, ver la barcaza pasar sentado sobre sus hombros. ©cAc-2020

vendredi 13 novembre 2020

Recordando aquel interminable viernes…

Cinco lustros han pasado de la infernal noche del 13 de noviembre en un Paris en que el buen tiempo empujó a salir a la calle para cenar en esas terrazas que simbolizan el desenfado y el olvido de las escaramuzas cotidianas. En el gigante Stade de France se jugaba un partido amistoso de football (France-Allemagne). El Bataclán, lleno a tope, en su mayoría jóvenes, ofrecía un concierto del grupo americano de rock Eagles of Death Metal. El cielo de Paris se cubría de esa luz otoñal digna de beberse con los ojos. Y cuando menos se lo esperaban los asistentes al match, los que bebían un vino, una cerveza o saboreaban un plato, intimando “tête à tête” o entre amigos, o aquellos inocentes que vibraban a ritmo de rock, Paris se tiñó de rojo, rojo mortífero esparcido por el odio de criminales fanáticos al servicio de una malsana organización terrorista. Para todas las víctimas, reconstruirse será siempre un largo camino. Para la Nación, reconstruirse es también largo, porque las heridas vuelven a abrirse. Estamos obligados todos a participar en la reconstrucción, sosteniendo a las víctimas que sobrevivieron, recordando a los inocentes que murieron, elevando el mensaje de paz necesario para vivir cada cual profesando la religión del respeto. ©cAc-2020

jeudi 12 novembre 2020

San Jueves Liberal

 


Déplacements brefs, dans la limite d’une heure quotidienne et dans un rayon maximal d’un kilomètre autour du domicile, liés soit à l’activité physique individuelle… Marqué con una cruz el motivo de mi desplazamiento, daté, fijé la hora, firmé, y lista la atestación comencé a pedalear hacia el puerto fluvial. Del embarcadero remonté a la derecha, por el sendero encima del dique natural. Siempre me quedo embelesado viendo las barcazas surcar el río…

…cuando me vi frente a la borne indicativa, ya estaba a tres kilómetros  y un poquito de Roquemaure, de manera que estaba pasado en el radio permitido pero no en el tiempo…volver atrás o seguir respirando entre los árboles? La quietud reinaba en el camino hasta que fue roto por tres enormes garzas blancas, en vuelo alineado, a semejanza de los cazabombarderos de la primera guerra mundial. Volvió el silencio. Y volví al pueblo, igual de quieto, sumido en el letargo de las dos de la tarde.  ©cAc-2020


mercredi 11 novembre 2020

Noviembre 11, feriado



Me complací al cumplir a cabalidad el rigor de un día feriado. Cero trabajo en este día, que además commemora el Armisticio de 1918, que puso fin a la Primera Guerra Mundial. No pretendo cronicar una guerra pasada y que todos estudiamos cuando aprendimos historia en la escuela. Pero como cada año, quiero recordar a los corajudos “poilus” que militares de carrera o simples movilizados, vistieron el uniforme color azul como el horizonte. Muchos poilus no regresaron a sus casas, caídos en combate, aniquilados por las enfermedades, el alcohol, los sufrimientos en las tricheras. Entre los que regresaron, milagrosamente, los cuatro hermanos Buttin (Henri, Arthur, Alfred y Albert) que tuvieron la suerte de volver a la Chapelle d’Armentières, tierra de chtis en el norte de Francia. No hay pueblo en el hexágono que no haya perdido hijos, y en casi todos, hasta en los más apartados, se recuerda a estos hombres, “les poilus”, a quienes por su braveza se les erigió hermosos monumentos. En este post les presento el poilu de Lussan y el poilu de Chambourigaud. ©cAc-2020

mardi 10 novembre 2020

Bonne nouvelle pour les terriens



Cuando logré abrir los dos ojos al mismo tiempo, la primera mirada fue para el viejo radio despertador del que no quiero separarme aunque me ofrezcan sumas desorbitantes. A pesar de mi querida miopía, puedo leer la hora en rojo sin necesidad de espejuelos. Y aquello marcaba las nueve de la mañana con nueve minutos. Estos dos nueve tenían algo de profético cada uno con un cero delante: 09:09. Remoloneé hasta las nueve y diecinueve, y salí disparado como un resorte hasta el comedor. Bendita luz que entraba por la ventana de la cocina. El desayuno, en compañía de France Culture, y como invitados, Pfizer, BioNTech y por supuesto, el interesado en que aparezca algo que si no lo mata, por lo menos lo desaparezca. Anuncian que será eficaz al 90 por ciento. Et voilà, algo había de enigmático en ese 9 al levantarme, aunque ahora el cero va detrás. Un pariente me dice en un correo “dobla el lomo y acaba de aniquilar lo que queda del abedul”. Y yo por rebeldía, puse a un lado la simpática sugerencia de mi primo, y me prometí, pues no doblar el lomo. La última vez que escuché esa corta frase fue recogiendo boniatos en un boniatal del Yabú. Y no fue dirigida a mi, pero a uno de mis compañeros que majaseaba en el surco. Teníamos catorce años, ajenos a los dolores de espalda y a las prematuras artrosis. Verificando lo de la vacuna, se me fue la mañana, que habiendo comenzado a las 09h29, no podía ser muy larga y fatigosa. Arroz blanco con huevos fritos, el almuerzo de los apurados. Sigue siendo buen día, y yo me creería estar en julio. Resembrar aromas, tallar los rosales, proteger el viejo jazmín en previsión de una helada no anunciada, y ocuparme del amarilys blanco que falto de un sostén, con el peso cayó al suelo. Escribiría “memorias de un jardinero” y se las enviaría a mi amigo Ramiro, cuya sensibilidad por las plantas (y también por los animales) es un don que Dios le dio. Contrario a la mañana, la tarde fue larga y productiva. El toque distintivo lo pusieron los gatos Coquet y Rouqui. Se celan, se odian, y como dos toros de lidia avanzan, chocan nariz contra nariz y a un silbato mío, convertido en gendarme, los dos se separan y desaparecen sin rezongar. Mayu los mira sorprendido ajeno y no comprende esas disputas. Nouilles au curry et salade d’endives. Nueve campanadas anuncia la colegial. No tengo mucho más que agregar a este martes de novenas. Me acuesto. En la oscuridad puedo ver la hora exacta: nueve de la noche con nueve minutos. ©cAc-2020


lundi 9 novembre 2020

Lunes, día insípido



Lentamente la horda de rayos solares, todavía envainados, fue avanzando desde Bedarrides, donde estuvo agazapado durante un cuarto de hora en el amanecer provenzal. Una urraca mensajera trajo la noticia en un anillo de la pata izquierda. Detrás de los chopos, la ausencia de hojas dejó ver al asaltante avanzar. La gata Grisetta no encontrando croquetas en las gamelas dispersas por el patio, volvió a su casa. Yo vuelvo a preguntarme si hago o no hago café. Una larga vacilación que me fatiga. Haré menos café, es dañino tomar las cantidades que tomo. En espera de la decisión, le doy una ojeada a los titulares frescos de la mañana. Parece que no han actualizado las noticias y eso descorazona, pues siempre espero alguna novedad impactante, por ejemplo, que encontraron vida humana en Marte. Me llamo por lo cortico, una taza de café y basta. La cafetera me hace un guiño. Echo a volar la imaginación, pero ella vuelve con los bolsillos vacíos. El lunes es un día mediocre e intelectualmente deseperante. Hay que respirar afuera, comenzar barriendo el patio como hacía mi abuela Alta, ella en tacones y yo en botas de caucho. Es una maravilla poder transpirar toda la mañana, viendo caer las hojas del castaño en el mismo sitio que acabo de rastrillar. Felizmente llega la hora en que se almuerza en el Midi. Pattes sans gluten, sauce tomate avec basilic frais du potager et parmesan. El sol está posado sobre la agresiva roca calcárea nombrada Roquemaurettes. La tierra comienza a secar y el tronco del árbol me mira dubitativo. Pienso en una cerveza, y me digo, si te aplicas y trabajas, te tomarás una sentado como un buda sobre lo que queda de tronco del abedul. Tengo una “Stout de Vezelay” que no quiere esperar. El otoño es agradable pero no la estación ideal para transformar un jardín. Unos de los dos catalpa comienza a amarillear las hojas. Otro que me hará rastrillar, -pienso. Rastrillo, pala, y carretilla. He llenado tres contenedores de basura vegetal. Pero por qué basura? Vamos a llamarla futuro composte. Me rindo. Mientras guardo los útiles, se me antoja un arroz con pollo para esta noche. Termino, y no lo pienso dos veces. Arroz con pollo a la chorrera como lo hacía mi tía Carmen. Esto de cocinar “cubano” es un aborto de la naturaleza, si mi arroz no gusta, me lo como yo solo, o vengan, los invito, que donde come uno comen diez! ©cAc-2020

dimanche 8 novembre 2020

Desconfinando los espíritus.

Mientras en la Isla esperaban el paso de una tormenta con nombre asociativo y de acciones espeluznantes, nosotros ya sentíamos los truenos que precedieron a la nuestra. Vigilance orange. No podría ser de otro color? No digo azul ni rojo, porque con el término del conteo, ya pasaron de moda. No es un episodio cevenol, es una tempestad con fuertes lluvias que harán crecer los ríos Cèze, Gardon, el Vidourle y el Vistre. Vigilance Jaune. Pero los relámpagos no son ni naranja ni amarillos, son de un negro fusia verdoláceo que iluminan la desnudez de los árboles. Los truenos secos sacuden el cielo y los gatos maúllan escondidos debajo de los muebles. Ráfagas de viento, ventolera y lluvia a partir de medianoche. No la lluvia anunciada, una lluvia majadera que golpeaba por el sur los cristales de la ventana. Abrir y refugiar a la lluvia? Varios relámpagos llegados con retraso y la sirena de un camión de bomberos atravesó el pueblo en dirección de Truel. La constancia de la lluvia cayendo sobre el alféizar de la ventana tuvo más efecto que un somnífero. Al amanecer, la lluvia amainó, y por curiosidad salí al patio para ver los efectos de la inundación. Cero patio inundado. La humedad me acarició tiernamente, a mí que conozco de vidas húmedas impresas sobre papel. Me sentí observado por una ardilla hambrienta, subí por nueces y ella se lo imaginó, porque me esperó con los brazos abiertos. Un café fuerte para alejar la frialdad de mis pies desnudos. Fui vaciando la cafetera mientras trabajé en el escritorio, cosa que haría hasta que comencé a sentir el extraño olor proveniente de la cocina. Pieds paquets comme la recette de Odette. Tripas, puré de tomate, vino blanco de Cassis, licor de cognac, tomillo, pimienta negra y sal. Para acompañar les pieds paquets, papas hervidas, y un vino tinto, insólito como el nombre del rojo Côte du Rhône. Compote de pommes fait maison, con vainilla de Madagascar. Una larga sobremesa con el consabido final de la novela americana, una dosis pequeña de coronavirus y como es habitual, el recurrente tema de la cocina francesa. Bajo al escritorio con una copilla de Armagnac en la mano. Como un escudo para evitar una siesta dominguera. Me echo en el canapé de la biblioteca para avanzar en la lectura de Semillas secas. Se me cierran los ojos, se me cierran, y no consigo despertar hasta una hora antes de la caída de la tarde. La siesta me envalentona y escribo. Escribo, respondo y escribo. La magia de la internet. Leo los periódicos virtuales y leo las burradas que salen de la boca de mis coterráneos emigrados a Alaska. Debe ser el aire frío de la sorpresa que los empuja a toser públicamente lo que debería ser un affaire privado. Bouillon d’herbes. Cena? Comento después de la “cena” la fractura cerebral de Melenchón. Declara su candidatura a la elección presidencial de 2022. Este de aquí también da risa, dice que su intención es ayudar a desconfinar los espíritus. Vaya, vaya, no sabía de sus virtudes como medium. Otro domingo confinado, aunque poco menos, por la compañía virtual de viejos amigos. ©cAc-2020

samedi 7 novembre 2020

Se acabó la novela, siguen los créditos…

 

Cuál día de la semana es este que comienza? El confinamiento tiene tendencia a hacernos olvidar, y entre las cosas que olvidamos, el nombre del día que comienza con luz pero desprovisto de sol. No es martes, lo sé porque no hay que poner el contenedor de basura en la acera. Tampoco es jueves, que fue un día trastornado con los rumores e imprecisiones provenientes de Alburquerque. Ayer fue viernes, y como estamos confinados, no habrá prédica en la mezquita. Entonces es sábado, el día de “los mandados”. Acabemos, hay que levantarse y ponerse al día en las noticias. Deben ser las dos de la madrugada en los Everglades. Duermen los temibles caimanes. El Miami Herald no me dice nada nuevo. Las mismas cifras de anoche antes de acostarme. Ni Donald ni Joe se sentaron a la mesa a la hora del desayuno. Té Oolong recogido en el flanco de una colina en Taiwán acompañado de bizcochos “aux oeuf frais”, una receta artesanal especialidad de Rhone Alpes. Buen comienzo de sábado. Mayu tiene un arranque de melancolía y pasa la mañana mirando a los gatos vecinos desde el balcón. Coquet y Rouqui vuelven a pelearse. Los separo y vuelvo a mi diario de confinado. Y así pasaré todo el final de la mañana. Hoy tocó una mortadela salpicada de pimienta negra (por la cuota) y ensalada de endivias con nueces y una salsa a base de queso roquefort y aceite de mi segundo apellido, extraído en el Moulin de la Chartreuse (también por la cuota). El almuerzo insistió en que no me sentara a escribir, que sudara rastrillando hojas secas. Y eso hice toda la tarde. Hasta hace poco, en lugar de botar, quemábamos las hojas en el horno del patio. La humareda y el olor de las hojas, marcaba el otoño. Ahora está prohibido. Cuál otra cosa prohibirán?, ah sí, está prohibido salir de la casa sin la correspondiente atestación, firmada y datada. Justo una hora para hacer “los mandados”. Parece que han terminado de contar los votos. Yo sigo rastrillando y recogiendo hojas, y sigo sin saber nada. Como buen escolar, a las cinco y media me siento para el dictado de los sábados que propone France Culture. Un pasaje de Los Miserables que me pondrá dos zancadillas. Al término de “la dictée”, supe finalmente quien se llevó el premio gordo en la elección americana. Ganara quien ganara, no pensaba descorchar una botella de vino. Y aunque hay ley seca en estos tiempos convulsos, una copilla de licor de nueces del 2009, mirando el crepúsculo deslizarse del otro lado de Rochefort. ©cAc-2020

vendredi 6 novembre 2020

De huracán a tormenta, Eta “etá” avanzando…

A medianoche, falto de sueño, vacilé entre dar vueltas en la cama o dañarme los ojos leyendo sobre la pantalla del teléfono (detesto el teléfono). Otro momento de vacilación, leer noticias o leer Semillas secas, que no he vuelto a abrir desde hace dos noches. Opté por los audífonos tratando de escuchar algo nuevo relacionado con las rabietas de Don Aldo. El culebrón es más largo que las interminables telenovelas de O’Globo. Amanezco medio sordo y a causa de los audífonos. Amanezco escuchando la misma letanía. Un café au lait et tartines de beurre et gegeride. Y un café largo a beber leyendo las informaciones de ayer que son las mismas de hoy. Continuamos en Pennsylvania, pero se unen al llavero de las claves, Nevada y Georgia. Habrá amenazado nuevamente Erdogan? Escucho el paso de un mirage sobre el pueblo, pero no tengo idea de la dirección en que vuela. Los gorriones son los más atemorizados y se esconden en las escuálidas ramas del sophorá. La paz matinal es rota por un corto-circuito administrativo. Ingentes esfuerzos para calmar la situación. Huelga de amores en el preciso instante que no debería dejarse de trabajar en este « impasse » de la vida. El virus tiene revuelta a la sociedad y la suciedad se instala en el hemiciclo parlamentario. El día sigue siendo espléndido. Al cabo de nueve días rompo la promesa de no afeitarme durante todo el confinamiento. De golpe el espejo me ha transmitido un mensaje que recibí con un guiño de ojo: también deberías cortarte el cabello, voilà, pélate, para ser más directo, me dijo. Para las autoridades sanitarias y los legisladores del gobierno, pelarse no es esencial, como tampoco leer. No sé en qué ha terminado la protesta de los libreros. Brocolis à la vapeur et pommes dauphines. Sigue gobernando el mismo régimen. Café mientras escribo para no perder la costumbre y cero siestas. Y así paso toda la tarde, escribiendo, tecleando, pensando. Nada de eso es haraganería. Se fue corriendo la tarde y terminé pelado a tijeras por dos manos y un peine confabulados con aquellas « cucarachas » que nos dejaba en la cabeza aquel barbero del Salón Verde. Me pregunto a dónde fue a parar todo aquello que se vendía en esa esquina cuando entonces albergaba la Quincallería El Fuego. El crepúsculo fue fuego este viernes recalentado. Cuánto falta para el noticiero de las 20 horas? Vol au vent à la brandade de morue. Bacallao, una parte de mis ancestros catalanes, sin olvidar a los Palau. Y seguimos sin terminar el conteo…©cAc-2020

jeudi 5 novembre 2020

Incertidumbre, paciencia, de cada lado del Atlántico



Desperté en una pieza oscura, completamente oscura. Contraventana, ventana y cortinas, cerradas, corridas, impidieron la entrada del más mínimo rayo de luz viniendo del exterior. Se me habían pegado las sábanas al cuerpo, hubiera dicho mi madre, conocedora del horror que le tengo a levantarme con el sol afuera. Mayu se acomoda en el salón. Coquet duerme hecho un ovillo sobre una butaca del exterior. Rouqui reclama su primera cuota de croquetas. France Culture nos acompaña en el desayuno. Nuevo episodio de « cólera » y tres estados con nombre de mujer: Arizona, Nevada y Georgia. La tercera taza, me acompañará leyendo lo que dicen unos, lo que dicen otros.  Por uno de los doce vidrios de la ventana, el sol me asesina. Todavía es blanco, y no ese anillo de oro que los mortales imaginan. El silencio ahonda el silencio. Las hojas protestan al ser reconcentradas. Calienta agradablemente el sol y llega la hora de encender el fogón. Triste rutina. Estamos en crisis : patate douce bouillie. Triste aprovisionamiento en tiempos de pandemia. Viva el confinamiento, gritarán los adeptos a regímenes (alimenticios!). Aplaudo el esfuerzo del sol de mantenerse encendido toda la tarde. Sin embargo, me inquieta el silencio de Sol. Y al termómetro anunciador de 21 grados, un jueves que festeja a todas las Silvias. Sainte-Sylvie será la portavoz de ese embrollo político entre el rojo y el negro, perdón, entre el rojo y el azul de Donald Biden. Para disgusto de Coquet que dormitaba sobre un mar de hojas caídas, decidí ponerlas a resguardo en el contenedor verde de la basura. Miro lo que queda de lo que fuera un abedul centenario, y me entristezco. El destino de un abedul. Subyugante título para una novela, que nunca escribiré. Dos « mirages » atraviesan el cielo y rompen la barrera del sonido. Contra cual desaparecido imperio nos preparamos? Silencio, silencio absoluto. ©cAc-2020

mercredi 4 novembre 2020

El rojo y el azul. Versión americana de la novela de Stendhal.

El rojo y el azul. Versión americana de la novela de Stendhal.

Amanece siendo el día de Saint-Charles. No sé si tiene algo que ver conmigo. A lo mejor en Paris hubiera entrado en su iglesia que se alza en la rue Legendre, a esa altura, un poco la frontera entre Villiers y Ternes. Pero es Saint-Charles en Roquemaure, amenazado por la vuelta del mistral, que envalentonado anoche, partió una rama mediana del abedul del patio. La rajó, la hizo llorar toda la noche, y la dejó caer cuando comenzaba a clarear. En lugar de las habituales ocho o diez tazas mañaneras, me he limitado a una taza matinal para espabilarme, y una segunda mientras abordamos el sujeto de actualidad : la elección americana. Poco hay que agregar, France Culture lo ha dicho todo. Yo no digo nada. Escucho, analizo, discerno en el poco espacio que le doy al cerebro para pensar, ni en uno, ni en el otro, justo en esos espacios enormes de los Estados Unidos, que me han subyugado con fuerza. Tocan las campanas de la iglesia colegial, no tocan por Saint-Charles, es el mediodía rajante, sin pizca de sol, y la gentileza del mistral de haber dejado de soplar intensamente. Vuelve la sirena de los miércoles. Udon et chou chinois avec sauté de lards, fenouil et sauce soja coréen para un almuerzo con postre político. Soñoliento recosté mi cabeza en el butacón del comedor y la información acabó por dormirme. Tres estados en el colimateur de la elección presidencial : Michigan, Wisconsin y Pennsylvania. Cerrados los ojos, volví a atravesar Filadelfia al final de una tarde de octubre, la luz del otoño entrando en el vagón del Amtrak que me llevaba a Nueva York. Cuando desperté, ya pasada la una de la tarde, descubrí la inmensidad de un aguacero de luz cayendo afuera. Sin necesidad de capa, salí a mojarme y zambullirme en el oleaje intenso de la luz. Sin necesidad de viento, las hojas de la higuera caen lentamente. La luz se va apagando y una banda de gris matizado de otro gris, yo diría fúnebre, se extiende encima de los viñedos de Tavel. Saint-Marcelin au four acompagné d’une croquante salade de laitue frisée. Paso la noche con Sigourney Weaver en otro episodio dix pour cent. ©cAc-2020