samedi 7 novembre 2020

Se acabó la novela, siguen los créditos…

 

Cuál día de la semana es este que comienza? El confinamiento tiene tendencia a hacernos olvidar, y entre las cosas que olvidamos, el nombre del día que comienza con luz pero desprovisto de sol. No es martes, lo sé porque no hay que poner el contenedor de basura en la acera. Tampoco es jueves, que fue un día trastornado con los rumores e imprecisiones provenientes de Alburquerque. Ayer fue viernes, y como estamos confinados, no habrá prédica en la mezquita. Entonces es sábado, el día de “los mandados”. Acabemos, hay que levantarse y ponerse al día en las noticias. Deben ser las dos de la madrugada en los Everglades. Duermen los temibles caimanes. El Miami Herald no me dice nada nuevo. Las mismas cifras de anoche antes de acostarme. Ni Donald ni Joe se sentaron a la mesa a la hora del desayuno. Té Oolong recogido en el flanco de una colina en Taiwán acompañado de bizcochos “aux oeuf frais”, una receta artesanal especialidad de Rhone Alpes. Buen comienzo de sábado. Mayu tiene un arranque de melancolía y pasa la mañana mirando a los gatos vecinos desde el balcón. Coquet y Rouqui vuelven a pelearse. Los separo y vuelvo a mi diario de confinado. Y así pasaré todo el final de la mañana. Hoy tocó una mortadela salpicada de pimienta negra (por la cuota) y ensalada de endivias con nueces y una salsa a base de queso roquefort y aceite de mi segundo apellido, extraído en el Moulin de la Chartreuse (también por la cuota). El almuerzo insistió en que no me sentara a escribir, que sudara rastrillando hojas secas. Y eso hice toda la tarde. Hasta hace poco, en lugar de botar, quemábamos las hojas en el horno del patio. La humareda y el olor de las hojas, marcaba el otoño. Ahora está prohibido. Cuál otra cosa prohibirán?, ah sí, está prohibido salir de la casa sin la correspondiente atestación, firmada y datada. Justo una hora para hacer “los mandados”. Parece que han terminado de contar los votos. Yo sigo rastrillando y recogiendo hojas, y sigo sin saber nada. Como buen escolar, a las cinco y media me siento para el dictado de los sábados que propone France Culture. Un pasaje de Los Miserables que me pondrá dos zancadillas. Al término de “la dictée”, supe finalmente quien se llevó el premio gordo en la elección americana. Ganara quien ganara, no pensaba descorchar una botella de vino. Y aunque hay ley seca en estos tiempos convulsos, una copilla de licor de nueces del 2009, mirando el crepúsculo deslizarse del otro lado de Rochefort. ©cAc-2020

2 commentaires:

  1. Carlos, amigo, haces que me sienta atraído por el confinamiento. Al menos por el tuyo. No sé si esa era la idea, pero es lo que resulta. Es un texto tan bello que difícilmente podría transmitir algo más allá de cierta melancolía. Y eso, en tiempos como estos, se agradece.

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  2. Mi segundo confinamiento, es en el orden prudencial, el tercero, y el segundo viene siendo el desconfinamiento de mayo, salvado por tres estancias en el “París era una fiesta” de Hemingway, y que como toda fiesta, mira las consecuencias… nostalgia por un pedaleo a orillas del Ródano, viendo transitar las barcazas gigantes, melancolía que nos empuja a sentarnos más de lo habitual para, escribiendo textos cortos, acercarme a los amigos y olvidar que soy prisionero de un celador invisible. El agradecido soy yo de saberme leído al compartir mis cuitas.

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