jeudi 5 novembre 2020

Incertidumbre, paciencia, de cada lado del Atlántico



Desperté en una pieza oscura, completamente oscura. Contraventana, ventana y cortinas, cerradas, corridas, impidieron la entrada del más mínimo rayo de luz viniendo del exterior. Se me habían pegado las sábanas al cuerpo, hubiera dicho mi madre, conocedora del horror que le tengo a levantarme con el sol afuera. Mayu se acomoda en el salón. Coquet duerme hecho un ovillo sobre una butaca del exterior. Rouqui reclama su primera cuota de croquetas. France Culture nos acompaña en el desayuno. Nuevo episodio de « cólera » y tres estados con nombre de mujer: Arizona, Nevada y Georgia. La tercera taza, me acompañará leyendo lo que dicen unos, lo que dicen otros.  Por uno de los doce vidrios de la ventana, el sol me asesina. Todavía es blanco, y no ese anillo de oro que los mortales imaginan. El silencio ahonda el silencio. Las hojas protestan al ser reconcentradas. Calienta agradablemente el sol y llega la hora de encender el fogón. Triste rutina. Estamos en crisis : patate douce bouillie. Triste aprovisionamiento en tiempos de pandemia. Viva el confinamiento, gritarán los adeptos a regímenes (alimenticios!). Aplaudo el esfuerzo del sol de mantenerse encendido toda la tarde. Sin embargo, me inquieta el silencio de Sol. Y al termómetro anunciador de 21 grados, un jueves que festeja a todas las Silvias. Sainte-Sylvie será la portavoz de ese embrollo político entre el rojo y el negro, perdón, entre el rojo y el azul de Donald Biden. Para disgusto de Coquet que dormitaba sobre un mar de hojas caídas, decidí ponerlas a resguardo en el contenedor verde de la basura. Miro lo que queda de lo que fuera un abedul centenario, y me entristezco. El destino de un abedul. Subyugante título para una novela, que nunca escribiré. Dos « mirages » atraviesan el cielo y rompen la barrera del sonido. Contra cual desaparecido imperio nos preparamos? Silencio, silencio absoluto. ©cAc-2020

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