Desperté en una pieza oscura, completamente oscura.
Contraventana, ventana y cortinas, cerradas, corridas, impidieron la entrada
del más mínimo rayo de luz viniendo del exterior. Se me habían pegado las
sábanas al cuerpo, hubiera dicho mi madre, conocedora del horror que le tengo a
levantarme con el sol afuera. Mayu se acomoda en el salón. Coquet duerme hecho
un ovillo sobre una butaca del exterior. Rouqui reclama su primera cuota de
croquetas. France Culture nos acompaña en el desayuno. Nuevo episodio de
« cólera » y tres estados con nombre de mujer: Arizona, Nevada y
Georgia. La tercera taza, me acompañará leyendo lo que dicen unos, lo que dicen
otros. Por uno de los doce vidrios de la
ventana, el sol me asesina. Todavía es blanco, y no ese anillo de oro que los
mortales imaginan. El silencio ahonda el silencio. Las hojas protestan al ser
reconcentradas. Calienta agradablemente el sol y llega la hora de encender el
fogón. Triste rutina. Estamos en crisis : patate douce bouillie. Triste
aprovisionamiento en tiempos de pandemia. Viva el confinamiento, gritarán los
adeptos a regímenes (alimenticios!). Aplaudo el esfuerzo del sol de mantenerse
encendido toda la tarde. Sin embargo, me inquieta el silencio de Sol. Y al
termómetro anunciador de 21 grados, un jueves que festeja a todas las Silvias.
Sainte-Sylvie será la portavoz de ese embrollo político entre el rojo y el
negro, perdón, entre el rojo y el azul de Donald Biden. Para disgusto de Coquet
que dormitaba sobre un mar de hojas caídas, decidí ponerlas a resguardo en el
contenedor verde de la basura. Miro lo que queda de lo que fuera un abedul
centenario, y me entristezco. El destino de un abedul. Subyugante título para
una novela, que nunca escribiré. Dos « mirages » atraviesan el cielo
y rompen la barrera del sonido. Contra cual desaparecido imperio nos preparamos?
Silencio, silencio absoluto. ©cAc-2020
Obelisco a Juan de Conyedo y a Hurtado de Mendoza.
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*Obelisco a Juan de Conyedo y a Hurtado de Mendoza.*
Primero fue Conyedo[1], y luego Hurtado de Mendoza[2]. Dos hombres que
inspiraron la conducta que sigu...
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