vendredi 1 janvier 2021

Nouvel An

Recién comienza 2021. Comienza caldeado, impreciso, incierto, pero también comienza esperanzador. No se puede vivir sin esperanzas, porque « no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista » y tampoco podemos vivir sin ilusiones, a pesar de que « el que vive de ilusiones, muere de desengaños ». El 2020 duró un día más, fue bisiesto, y febrero se encargó de agregar el 29 al calendario. No fue más rápido ni más lento, aunque así lo sintieran unos y otros. Volveremos a celebrar la Epifanía, a soñar con los Reyes Magos ; las muchachas ansiosas se cortarán una mecha de sus cabellos para verlos crecer con brío, comeremos crepas por la Candelaria y San Valentín unirá manos y corazones. Llegará la primavera (estación que la sangre altera) y revolotearán las golondrinas ; días pascuales, días para seguir procesiones con santos sobre los hombros de costaleros sevillanos. Yo seguiré celebrando en silencio el cumpleaños de mi madre. Madres que recordaremos al mes siguiente, ese que nos regala el muguet, la fiesta del trabajo y el descenso de los espíritus, cincuenta días después de haber terminado la Pascua. Para entonces ya habrá acabado el ayuno de los musulmanes. Invierno debajo de la línea del Ecuador, verano para los del Norte, San Juan con fuegos, largo el día, corta la noche, vacaciones julianas y agostinas, San Roque, Eleguá y un santo libanés a celebrar, San Charbel. A la « rentrée » volverán a llenarse de alegría las escuelas, comenzarán a desnudarse los árboles y dará inicio el mes hebreo. Todos los Santos y se colorearán los cementerios con flores en las tumbas de nuestros fieles difuntos. No se moverán. Nos moveremos nosotros, daremos gracias a las tierras que nos han acogido y catapultaremos nuestras vidas en el último mes del año, Nochebuena, Navidad, y quizás, al menos una vez, amaneceremos cuatro días antes de que nazca el 2022, curados de la inocencia de creer en todo lo que dicen aquellos que nos gobiernan. ©cAc-2021

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