Igual o
diferente, o casi idéntica con menos invitados, el pino iluminado con las
mismas guirnaldas compradas en aquel bazar del mercado, el pino de Aquitania
también florecido de bolas de cristal que no nos dirán nada del futuro, futuro incierto,
tres lágrimas, y un canto de Navidad que
regala el coro de monjes de la abadía de Randol, canto gregoriano que oprime el
pecho por nostalgias y alegrías, alegría súbita cuando suena el teléfono y una
voz inaudible dice que está bien, que calienta sus manos abrazando con fuerza
una taza de caldo, el viejo pino y la claridad mortecina de las fatigadas
bombillas, y esas nuevas que parpadean, que se detienen y vuelven a parpadear,
el canto que envuelve la pieza, una pieza húmeda, afuera un pregonero la voz
cansada, arrastra los pies, transpira, empuja su mercancía, pregona, el canto
que envuelve la sala, la sala solitaria, como el árbol de Aquitania,
acompañando la chimenea, las paredes tapizadas de hollín, bajará por ella el
deshollinador con el fardo de regalos a cuestas, tu voz, las voces, los
cánticos, y la calle desierta, la mesa puesta, otra vez la mesa, y otra vez el
recuerdo de tantas navidades medio escondidas, la ventana cerrada, para no
dejar escapar la alegría desbordando los labios, tus ojos melancólicos,
nosotros todos, queriendo hacer doblemente feliz este día de Navidad. ©cAc-2020
Obelisco a Juan de Conyedo y a Hurtado de Mendoza.
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*Obelisco a Juan de Conyedo y a Hurtado de Mendoza.*
Primero fue Conyedo[1], y luego Hurtado de Mendoza[2]. Dos hombres que
inspiraron la conducta que sigu...
Muy hermoso. Nada que añadir, solo recrearlo. Gracias y felicidades, Carlos, hermano.
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