Lunes 2 de noviembre (Fieles difuntos)
La
contraventana en proyección deja entrar una discreta claridad que me
« despierta ». Despertarme es una palabra desconceptualizada al alba
de cada día. Nunca sé si dormía, dormitaba o ya estaba despierto. Miro el
teléfono. La fuga me ha llegado cuando todavía dormía. Un café del día
anterior, recalentado. Una nueva colada de ocho tazas en la cafetera amarilla.
Bajo sin encender luces. La claridad se cuela por la ventana del recibidor. Por
un instante pienso en abrir la puerta y ver si Rouqui está en su sitio. Vacilo.
Entro en la biblioteca, la pieza iluminada a pesar de las cortinas corridas. Me
dedico a leer la fuga y la ventisca que trae la lectura me penetra en el
cuerpo. Una fuga verdadera, azul en el pensamiento, gris en la decisión, y
blanca en la última etapa. Me quedan ganas de seguir leyendo, pero ya la fuga
está consumada y el fugitivo deja de serlo. Vuelvo a la cocina por otra y otra
taza, mientras leo editoriales amenazantes y artículos que desestabilizan los
sentidos. Desayuno, desayunamos. Hay poco que decirse, pero siempre comentamos
algo, o nos proyectamos al futuro. Hoy tardamos en hablar de porvenir.
Existe ? Mayu va y viene, y termina acomodándose en el sofá del salón.
Prosigo mi tiempo de escritura, mientras el silencio envuelve la casa. Termino
de escribir « Fieles difuntos », lo edito y publico. Me gustaría
vestirme de jardinero. Me lo impido con un después, quizás más tarde. Y sigo
escribiendo. Escribo, también escribo largas epístolas que nunca saldrán por la
puerta de la casa, pero llegarán a sus destinos. Y escribo cortos correos,
familiares. Paso casi toda la mañana tecleando, y entre dos escrituras subo al
granero para reacomodar pensamientos. Tortilla natural y lechuga fresca. El
sol, timidísimo, sacó su redondez de entre un cielo nublado al Este, y por un
momento iluminó la vida. Escribo o jardineo. Ni una cosa ni la otra. Me entrego
a una siesta corta, asustada por la taquicardia de los despertares. Escribo o
jardineo. Intento escribir y termino rastrillando hojas en el patio. El sol, me
pregunto si volverá a salir en la hora y media que queda de día. La oscuridad
cae de golpe y dos ojillos como linternas aparecen detrás, a los pies de una
adelfa. Charlie ha vuelto escaparse de su casa y viene a la hora en que también
los gatos están confinados. Una sole en su salsa me hará soñar con el mar. A
dos días de la elección americana, los medios no hablan de otra cosa que de
voto y polarización. Mittel Europe tocada por un atentado terrorista.
Desaparece América de las pantallas, y aparece Viena, ensordecida por el ulular
de las sirenas y azulada por los faros de los carros policiales. ©cAc-2020
Gracias, Carlos. Logras siempre que uno quede "confinado" contigo.
RépondreSupprimer…pues hagan los bultos y vengan los cuatro a confinarse con nosotros, ya los mandados están comprados (la cuota de noviembre), vino hay en la cava y el pan lo hacemos nosotros mismos!
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