El
primer confinamiento. Resurgimiento de la vida animal.
Es difícil de imaginar aterrizar en una aeropole como la parisina Charles de Gaulle y descubrirla vacía. Insisto, vacía de pasajeros, casi vacía de empleados y los aviones impedidos de volar. También es casi imposible imaginar salir del recinto fantasma, sin taxis ni navettes ni trenes. O muy pocos. Tuvimos suerte de portar máscara, ofrecidas por mi hermana, intuitiva en el amparo. Atravesamos Paris desde Roissy hasta la Estación de Lyon. Fantasmagórico. Atravesamos Francia desde Paris hasta Aviñón, y una vez llegados a la casa, fue que comprendimos el alcance de la pandemia y nuestra iniciación como aprendices de confinados. Cincuenta días de confinamiento. Contadas salidas para hacer compras necesarias, interminables jornadas de jardineo, sesiones de yoga, ejercicios, lectura, escritura y largas veladas tomando infusiones frente al televisor. Cincuenta días de silencio, de desocialización, de ausencia de besos y apretones de manos. Aumentó el gorjeo de las aves, total relajamiento de las ardillas y las frecuentes visitas de un puerco espín que adoptó el jardín como colonia de vacaciones. ©cAc-2020
Sí, Carlos, describes de un modo escalofriante esa realidad distópica en la que aún continuamos. La circunstancia es tan a propósito, que quien no sepa que es verdad podría suponer que se trata de un producto creado para remarcar la intensidad de ese impacto.
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