Dudas
y decisiones. La antesala del primer confinamiento.
A mitad de enero volamos a la Isla, y para esa fecha ya comenzaba a dispersarse el virus como si fuera una pelusa de polen empujada por el viento. Sentimos ese soplo de aire frío que obliga a pensar, pero sin hacer hincapié en la reflexión. El mundo descubrió la ciudad china de Wujan, y corría febrero mientras culpábamos a los chinos tomándonos un batido de guanábana en Cape Coral. Y volviendo a la Isla, todavía no contaminada, supimos de la Lombardía moribunda, que comenzaba a enterrar a sus muertos. Eso no impidió que montáramos a caballo en Viñales y que descubriéramos las arenas blancas que rodean Cayo Levisa, donde abundan hermosísimas estrellas de mar. No sin estupor dejamos aquellos parajes por el centro de la Isla. La Isla que anunciaba los primeros casos, la televisión que hablaba de pandemia en China, en Europa, de cierre de fronteras y anulación de vuelos. Y antes de quedarnos atrapados y sin salida, decidimos emprender el camino de vuelta, al continente enfermo. Aterrizamos en Paris cuatro días después de entrar en vigor el primer confinamiento en el hexágono. ©cAc-2020
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