Septiembre
2019. La invisibilidad del virus.
Pensar
en el covid-19 me hace volver a Eslovenia, catorce meses atrás. El inesperado
fin de los servicios de Adria Airways, nos obligó a buscar una solución para
volver a Paris desde Ljubliana. Se acababa septiembre del 2019. La solución fue
correr a la estación de autobuses y comprar dos billetes a Flixbus. Un viaje
terrestre de dieciocho horas atravesando Austria, Alemania y el este francés
hasta descender desconchiflados en la estación Paris-Bercy. No había otra
solución que respirar y respirar el aire enrarecido de un autobus lleno de
turistas y estudiantes, chinos, franceses, alemanes, dos senegaleses y algún
que otro marroquí, muchos de ellos tosiendo y soplándose las narices. Luego
tocó el regreso al sur en un alta velocidad francés (TGV) teniendo como vecina
cercana, una dama que se arrancaba los pulmones cada vez que tosía. Tanto en el
autobus como en el tren, se incubaban las gripes de la temporada. No se
mencionaba aún el temible coronavirus. Al tercer día de haber vuelto a casa, a
la fatiga del viaje, le incorporamos una dosis de estornudos, agüita por la
nariz, dolor en los huesos, las corvas, las cavidades oculares, la garganta…y
el malestar con olor a futuro cadáver nos mantuvo prisioneros durante casi dos
semanas. Sería esa misteriosa gripe un pariente del coronavirus, o el virus
mismo que ya se paseaba por el continente ? ©cAc-2020
Carlos, muy amena esta entrada, aunque no describa precisamente nada alegre. La duda es muy pertinente. Es verdad que aún faltaba un tiempo para que se detectase en Wuhan, pero son tantas las cosas que todavía no se saben de este virus, que todo parece posible.
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