samedi 7 mars 2020

Vuelta por Vueltas (III)


…supuse que el edificio que alberga hoy la Casa de la Cultura, fuera el Liceo y la sede del Ayuntamiento. El caserón fue renovado muy a finales del XIX o principios del XX, dotándose de un alto soportal sostenido por siete columnas estriadas imitando el orden corintio en su capitel y cuya cornisa con simple balaustrada, deja ver en su centro el blasón del otrora municipio. Caminando por una calle hacia el sur, la casa que aloja a la Logia masónica Gral Juan Bruno Zayas. Un vendedor callejero propone viandas, ajo, cebollas, tomates y otros productos. Le compramos una pata de cebollas (una ristra tiene dos patas) y nos vamos envolviendo del ambiente pueblerino con sus gentes y sus preocupaciones. Vueltas tiene un plaza con una glorieta que los voltarenses[1] llaman “parque de la ruleta” al que se accede por tres entradas escalonadas, porque la plaza está muy por encima del nivel de la calle. Canteros y bancos amparados por árboles que sombrean la plaza. Tiendas con poco o nada verdaderamente de interés a consumir. Merenderos que fueron bares y cafeterías. Los portales que atestiguan que una Isla con sol necesita de ellos, vendedores ambulantes, productos plásticos y de aluminio. Horquillas, sogas y cacerolas. Llevaba tiempo sin ver un trompo, y lo compramos al hijo de nuestros vecinos, y le enseñaremos cómo se tira y se baila un trompo. Plástico con un cordel de hilo blanco, y me viene a la memoria los trompos de mi infancia, de madera, torneados, y el hilo de cáñamo. Los portales nos protegen de la fina, extra fina llovizna, y protege al limpiabotas, un señor ya mayor, parado al lado de su butaca, esperando un próximo cliente. Caballos con colleras coloridas y carretones, como en los lejanos años de finales del siglo XIX. Carros americanos todavía desafiando el tiempo setenta años después. Dejamos a la izquierda el único edificio alto que se levanta en el centro del pueblo, creo que hubo otro, casi vecino, demolido no hace mucho. A pesar del chin-chin, cruzamos la calle y pasamos frente a la Casa de la Cultura, husmeamos por sus ventanas, y seguimos. La iglesia ya está cerrada. Es sábado por la tarde, la calle es polvorienta, el polvo humedecido por la llovizna. Doblamos buscando la casa de nuestros amigos. Un hombre en bicicleta pasa vendiendo cloro y detergente. El aire que envuelve la calle huele a tabaco torcido[2]. Olor a campo, a aquellas tardes cuando mis manos cortaban la hoja verde en las tierras arenosas de La Moza. ©cAc-2020


[1] No conozco el gentilicio de los que pueblan Vueltas, yo me permito nombrarlos voltarenses.
[2] El tabaco es una de las economías de sustento del pueblo.

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