mercredi 10 juillet 2019

Souvenir gatuno (Noble, Anastasio y Negrito)



Llevo día dándole vueltas a la “détresse” que puede estar envolviendo a un viejo y querido amigo. LuisFer ha perdido en solo tres días, tres gatos. Y pensando en él, porque hemos tenido la oportunidad de acompañarlo en su ronda de mimos y cuidados, y pensando en Noble, Anastasio y Negrito, he querido con este texto,  y con los siguientes, rendir homenaje al planeta felino que ocupa, y con derecho, un espacio en la tierra junto a nosotros los humanos. Qué sería de otros Anastasios, Negritos y Nobles si no existieran almas altruistas como la de nuestro amigo, cuya generosidad no tiene límites, y sus rondas a cada final de tarde, transforman el desamparo en refugio, amor y desprendimiento. Evidentemente, hay muchos LuisFer entre nosotros, conocidos y desconocidos, que desinteresadamente entregan de su tiempo, de sus economías, para proteger la orquesta de maullidos que deambulan por parques, que erran por calles, o que disfrutan del abrigo hogareño donde pueden dar rienda suelta a horas de somnolencia. Melie, la sombra negra madrileña llegada en un tren y que duró veinte años a escasos metros del Ródano. El recuerdo de Basti, genuino bilingüe franco-alemán, aplastado por una Peugeot desenfrenada, me hace escribir estas líneas que son también para recordar a Pepy, botada en una ruta paralela al Ródano pero feliz ahora con el cuido de una gentil aviñonesa; y recordar a Naritza, enferma, inquilina de un refugio en la isla griega de Amorgos; Thoni, sorprendido por un exceso de cariño humano a los pies de un monasterio en Kalambaka o Tetina, maternal gata cuidando a capa y espada a sus revoltosos cinco gatos en la pequeña isla de Folegandros. Mimina, acabada de mudar a un espacioso apartamento; Zvarina, atigrada, esperando una ternura pasajera en la isla del mar Adriático; Grisetta, que entra en la cocina de David cuando ella gusta, o Rouqui, puntual cada noche a las veinte horas, esperando su pozuelo de croquetas, y la lista sería interminable, y caben otros, Misa, Grisa, Neko, Yuki, Narisa, Amarillo, Angora, exterminados por los palomeros del barrio colindante con el Bélico, que ven en los gatos sus enemigos, y también “une pensée” para todos los anónimos que desaparecieron, cuando el “periodo especial” hizo flaquear estómagos y sentimientos. Y para concluir este recuerdo gatuno, un saludo a nuestro amigo pintor de gatos, feliz  San Felino con pincel en la mano, y que nos empujara a conocer a Soumise, Felimare, Gazette, Lucifer, Ludoviska, Pyrame, Thisbée, Serpolet, Rubis sur l’ongle, Gavroche, Ludovic le Cruel, Mimi-Paillon, Perruque y Mounard le Fougueaux, éstos, que fueran los catorce gatos del Cardenal Richelieu. Como decía Hilda Velia, no hay que llorar a los gatos, hay que quererlos y tratarlos bien en vida. Aquella vez llorábamos a la emperatriz Meiko. ©cAc-2019

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