Llevo
día dándole vueltas a la “détresse” que puede estar envolviendo a un viejo y
querido amigo. LuisFer ha perdido en solo tres días, tres gatos. Y pensando en
él, porque hemos tenido la oportunidad de acompañarlo en su ronda de mimos y
cuidados, y pensando en Noble, Anastasio y Negrito, he querido con este
texto, y con los siguientes, rendir
homenaje al planeta felino que ocupa, y con derecho, un espacio en la tierra
junto a nosotros los humanos. Qué sería de otros Anastasios, Negritos y Nobles
si no existieran almas altruistas como la de nuestro amigo, cuya generosidad no
tiene límites, y sus rondas a cada final de tarde, transforman el desamparo en
refugio, amor y desprendimiento. Evidentemente, hay muchos LuisFer entre
nosotros, conocidos y desconocidos, que desinteresadamente entregan de su
tiempo, de sus economías, para proteger la orquesta de maullidos que deambulan
por parques, que erran por calles, o que disfrutan del abrigo hogareño donde
pueden dar rienda suelta a horas de somnolencia. Melie, la sombra negra
madrileña llegada en un tren y que duró veinte años a escasos metros del
Ródano. El recuerdo de Basti, genuino bilingüe franco-alemán, aplastado por una
Peugeot desenfrenada, me hace escribir estas líneas que son también para
recordar a Pepy, botada en una ruta paralela al Ródano pero feliz ahora con el
cuido de una gentil aviñonesa; y recordar a Naritza, enferma, inquilina de un
refugio en la isla griega de Amorgos; Thoni, sorprendido por un exceso de
cariño humano a los pies de un monasterio en Kalambaka o Tetina, maternal gata
cuidando a capa y espada a sus revoltosos cinco gatos en la pequeña isla de
Folegandros. Mimina, acabada de mudar a un espacioso apartamento; Zvarina,
atigrada, esperando una ternura pasajera en la isla del mar Adriático;
Grisetta, que entra en la cocina de David cuando ella gusta, o Rouqui, puntual
cada noche a las veinte horas, esperando su pozuelo de croquetas, y la lista
sería interminable, y caben otros, Misa, Grisa, Neko, Yuki, Narisa, Amarillo,
Angora, exterminados por los palomeros del barrio colindante con el Bélico, que
ven en los gatos sus enemigos, y también “une pensée” para todos los anónimos
que desaparecieron, cuando el “periodo especial” hizo flaquear estómagos y
sentimientos. Y para concluir este recuerdo gatuno, un saludo a nuestro amigo
pintor de gatos, feliz San Felino con
pincel en la mano, y que nos empujara a conocer a Soumise, Felimare, Gazette,
Lucifer, Ludoviska, Pyrame, Thisbée, Serpolet, Rubis sur l’ongle, Gavroche,
Ludovic le Cruel, Mimi-Paillon, Perruque y Mounard le Fougueaux, éstos, que
fueran los catorce gatos del Cardenal Richelieu. Como decía Hilda Velia, no hay
que llorar a los gatos, hay que quererlos y tratarlos bien en vida. Aquella vez
llorábamos a la emperatriz Meiko. ©cAc-2019
Lomas, cuestas y declives (Santa Clara)
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Mientras escribía los textos de *Un barrio, una iglesia, un parque*, que
serán publicados poco a poco en el blog www.santaclarabycac.blogspot.com no
pud...
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