La météo anuncia continuidad
de los vientos. El cielo ampliamente despejado. Dejamos la « mazade »
a media mañana con el firme propósito de caminar hasta Sénéchas. El viento unas
veces nos empuja, otras nos frena. Los pinares murmullan a coro y los helechos
danzan protegidos. Desde la « mazade » hemos caminado poco más de un
kilómetro. Al llegar al puerto de Charnavas, están indicadas las rutas que
llevan a Génolhac, a Aujac y a Sénéchas. La señal à Sénéchas indica cuatro
kilómetros. Es nada. Salvo que habrá cuestas y descensos. En la caminata se
atraviesan algunos caseríos de la comuna. El primero fue Chalap. Las casas
empedradas colgando del flanco de la montaña, las lilas de España rojeando la
cuneta, la hiedra invadiendo sin compasión los troncos de los robles y los
castaños. El segundo caserío, Les Brugèdes, mirando las colinas del sur, un
panorama salvaje de pinares que acaparan todos los tonos del verde. En los
bordes de la ruta, el iris es rey, malvazul, malvarosado, el viento los dobla y
despeina sus frágiles pétalos. El flanco de la colina donde se cuelga Les
Fontanilles, es menos impresionante, 440 metros de altitud. Aquí los iris son
blancos. Los robles entrecruzados hacen un túnel de sombra. El sol incidiendo
sobre los techos de laja de esquisto encandila la vista. Proseguimos la ruta,
siguiendo la silueta azul de los montes a nuestra derecha, y en un recodo, de
golpe, aparece frente a nosotros la torre campanario de la iglesia. En
Sénéchas, estamos en lo más norte del departamento del Gard, hacia el norte, el
río Cèze se desplaza por un modesto cañón, y por el sur, bordeando las estribaciones
del monte, el Homol, a su vez afluente del Cèze. Ayuntamiento, casas e iglesia
llevan la marca de la laja y la piedra en sus techos y muros. A un costado del
cabildo, el cementerio comunal, y en la plazoleta que da paso a ND de Sénéchas,
la cruz de la Misión, que data del 1851. La iglesia, abierta, respiraba la paz
de sus iconos iluminados por la luz tenue de los vitrales. No hay monumento al
“poilu” pero la comuna perdió veinticuatro hombres en la primera gran contienda
(1914-18). Al abrigo del viento y sobre un banco soleado, piqueniqueamos y nos
regalamos una pausa antes de visitar la callejuela empedrada del “village” y
llegar hasta el caserío nombrado L’Esfiel. Con el toque de campana del
mediodía, volvimos nuestros pasos a la “mazade”, ésta vez, jadeando en las
subidas y arrastrando los pies en las largas cuestas que llevan al Col de
Charnavas. ©cAc-2019
Lomas, cuestas y declives (Santa Clara)
-
Mientras escribía los textos de *Un barrio, una iglesia, un parque*, que
serán publicados poco a poco en el blog www.santaclarabycac.blogspot.com no
pud...
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire