lundi 6 mai 2019

Sénéchas

La météo anuncia continuidad de los vientos. El cielo ampliamente despejado. Dejamos la « mazade » a media mañana con el firme propósito de caminar hasta Sénéchas. El viento unas veces nos empuja, otras nos frena. Los pinares murmullan a coro y los helechos danzan protegidos. Desde la « mazade » hemos caminado poco más de un kilómetro. Al llegar al puerto de Charnavas, están indicadas las rutas que llevan a Génolhac, a Aujac y a Sénéchas. La señal à Sénéchas indica cuatro kilómetros. Es nada. Salvo que habrá cuestas y descensos. En la caminata se atraviesan algunos caseríos de la comuna. El primero fue Chalap. Las casas empedradas colgando del flanco de la montaña, las lilas de España rojeando la cuneta, la hiedra invadiendo sin compasión los troncos de los robles y los castaños. El segundo caserío, Les Brugèdes, mirando las colinas del sur, un panorama salvaje de pinares que acaparan todos los tonos del verde. En los bordes de la ruta, el iris es rey, malvazul, malvarosado, el viento los dobla y despeina sus frágiles pétalos. El flanco de la colina donde se cuelga Les Fontanilles, es menos impresionante, 440 metros de altitud. Aquí los iris son blancos. Los robles entrecruzados hacen un túnel de sombra. El sol incidiendo sobre los techos de laja de esquisto encandila la vista. Proseguimos la ruta, siguiendo la silueta azul de los montes a nuestra derecha, y en un recodo, de golpe, aparece frente a nosotros la torre campanario de la iglesia. En Sénéchas, estamos en lo más norte del departamento del Gard, hacia el norte, el río Cèze se desplaza por un modesto cañón, y por el sur, bordeando las estribaciones del monte, el Homol, a su vez afluente del Cèze. Ayuntamiento, casas e iglesia llevan la marca de la laja y la piedra en sus techos y muros. A un costado del cabildo, el cementerio comunal, y en la plazoleta que da paso a ND de Sénéchas, la cruz de la Misión, que data del 1851. La iglesia, abierta, respiraba la paz de sus iconos iluminados por la luz tenue de los vitrales. No hay monumento al “poilu” pero la comuna perdió veinticuatro hombres en la primera gran contienda (1914-18). Al abrigo del viento y sobre un banco soleado, piqueniqueamos y nos regalamos una pausa antes de visitar la callejuela empedrada del “village” y llegar hasta el caserío nombrado L’Esfiel. Con el toque de campana del mediodía, volvimos nuestros pasos a la “mazade”, ésta vez, jadeando en las subidas y arrastrando los pies en las largas cuestas que llevan al Col de Charnavas. ©cAc-2019 


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