samedi 20 février 2010

El Golfo, al bajar la cuesta…

También ha cambiado, pero las olas siguen rompiendo la costa rocosa. El azul y el blanco son dos colores imprescindibles para suavizar el negro de las piedras costeras. Como también lo es el verde de puertas y balcones. Las olas se tiran en juego estrepitoso, el mar da vueltas y otro azul con suave tinte esmeralda emerge de entre la espuma inmaculada. El aire marino penetra en los ojos y la brisa se instala en el recuerdo. Aquella vez vi como escamaban aquel pescado de las costas de Mauritania. Las lapas abundaban entre las rocas. Las gaviotas se disputaban las vísceras del pescado que preparaban los ayudantes de cocina del restaurante. Era el final de una tarde abrileña. El mar imponía a la vista todos los tonos inimaginables del azul. El restaurant sigue en pie, frente al mar, besandolas piedras y abrazado por la brisa. Febrero ha sido borrascoso. No hubo festín para las gaviotas. Yo me lo procuré saboreando el mero que a la plancha, sólo el Bogavante es capaz de ofrecer.©cAc

©cAc

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