La vida húmeda en un seco mes de julio…
…el mes que me vio nacer, el mismo mes que nació mi
padre, el mes de los fuegos de artificios y aquel que vio fundar Santa Clara
hace 331 años a la sombra de un tamarindo. En cambio, un castaño y bajo su
copa, vio nacer la humedad rara y convulsa que transpira mi cuaderno dedicado a
la humedad de unos ojos, hoy desaparecidos, de las paredes, a la humedad de
siempre.
Como otros cuadernos, La vida húmeda es el término feliz
de horas de vida dedicadas a garabatear historias con profusión de colores y
matrimonios del sepia, el blanco y el negro, dispuestos a hablar solos a través
del mundo de la escritura.
Y como otros, La vida húmeda esperó paciente la hora de
nacer, de salir de entre gavetas polvorientas y hojas amarillas por el tiempo
que durmieron junto a reducidos lápices y bolígrafos exprimidos por la prisa de
escribir. Y sin embargo, no hubo prisa en lo que apresurado me regala este mes
de julio: la publicación de La vida húmeda por la Editorial Primigenios.
A quienes regularmente entran en mi espacio vital, y a
aquellos que lo hacen sin compromiso y cuando leerme les hace bien, les
adelanto la maqueta del libro que Primigenios gentilmente me hizo llegar, y que
saldrá próximamente.
La nota que acompaña la contraportada, fue escrita por un
amigo que aprecio, que sabe hacerlo como nadie, el escritor cubano Abel Germán,
y al cual agradezco infinitamente. Del autor, entre ustedes, unos lo conocen
mucho, otros poco o casi nada. Salvo que envejece, sigue siendo el mismo que
escribe siguiendo el curso de una libélula tornasolada. La ilustración de la
cubierta, Yo y la aldea, de Marc Chagall. El editor, un coterráneo, Eduardo
René Casanova Ealo. © cAc-2020
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