A uno y otro
lado de la carretera, las casas blancas, la piedra volcánica solidificando los
ángulos de las piezas exteriores y la marquetería como el cielo profundo o la
ilusión de un herbazal que no existe. Más allá de las casas blancas o de
aquellas eternamente negras como la lava, montañas rojinegras con pendientes
talladas de gargantas secas y arenosas. El rofe dueño y señor del silencio que
impera en la comarca. Lagartos y lagartijas, se mueven con total tranquilidad,
arrastrando el pesado fardo de sentirse propietarios de la tierra caliente y despoblada.
La ermita siempre cerrada, mirando el océano desde su altura. Palmeras y cactus
bien acomodados en la tierra-piedra negra y granulosa. En la avenida Acorán, un
corazón verde incrustado sobre el inmaculado blanco de la fachada. Y para dar
la bienvenida, un montón de corazones diseminados sobre la piedra negra hecha
tapiz para los pasantes. La casa es el atelier de la ceramista Eguzkine Zeraín,
artista vasca enamorada de las piedras y el sabor volcánico de la arcilla que
trabajan sus manos. Honora al sol su nombre y su candidez envuelve a quienes se
detienen atraídos por la curiosidad de las formas que imprimen los objetos.
Instalaciones, vasos, tiestos, pequeños, medianos y grandes cuencos y
escudillas, esmaltados con profusión de colores, salpicados de tintes nobles o
réplicas de la lava esculpida con sabia maestría. Multitud de objetos moldeados
y modelados con pasión. La pasión de dar luz a la arcilla, y color al blanco
imponente de los muros. Al atardecer, “eguzki”(1) enrojece mientras desciende al
mar, pero queda el atelier como un farol en el camino. ©
cAc-2016
Obelisco a Juan de Conyedo y a Hurtado de Mendoza.
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*Obelisco a Juan de Conyedo y a Hurtado de Mendoza.*
Primero fue Conyedo[1], y luego Hurtado de Mendoza[2]. Dos hombres que
inspiraron la conducta que sigu...
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