De los volveres se traen siempre infinidad de
recuerdos. Los recuerdos que se encuentran entre las cuatro paredes de una casa
construida en 1916, aquellos que nacen de encuentros fortuitos con amigos o
conocidos perdidos de vista, los que uno busca depositando un ramo de claveles
en el panteón familiar y aquel o aquellos que dejan entrever las paredes, un
vitral, las ventanas enrejadas o los aleros de las fachadas de la tricentenaria
villa de Conyedo. Ahora he vuelto a chocar con los recuerdos. Mirando el cielo
barrido de nubes por el mistral, desde mi refugio provenzal, un granero desde
el que me evado y cruzo el Atlántico cuántas veces me lo pide la nostalgia por
los viejos muros, mientras doy pie a mi oficio de escribidor. Para consolidar
los recuerdos, las viejas cartas postales que me proveo en cada vuelta a la
isla, las fotos tomadas con Kodaks por nuestros mayores, las borrosas tiradas
con películas Agfa de 35 en aparatos Smena rusos comprados en los 60’ y luego
las que marcan la decadencia urbana al final del siglo XX, tomadas con una usada
Olympus. Las digitales solo podrán ayudar en eso de comparar y ver el estado en
que los muros van quedando, cayendo o emergiendo de las ruinas. Ah!, las
ruinas! Ruinas quedan y ruinas aparecen, sin que necesariamente la causa de esa
ruina sea una batalla, la vejez salpicada de descuidos y tocada de abandono,
violentada por el clima o desgraciadamente, despreciadas por el hombre que no
ve en las ruinas más que miseria e involución.
La guerra deja marcas, y no la guerra sino los hombres que hacen de la
guerra un estandarte. Las marcas del tiempo pueden ser fatales, y el espectro
de la ruina se convierte en fantasma urbano envuelto en litigios y no en
sábanas blancas. Las ruinas nacidas de catástrofes, se levantan o quedan para
siempre en su condición de ruinas. Vengo de vuelta de viejas ruinas y otras que
pudiéramos salvar de la total demolición y regalárnoslas como recuerdos de aquella
que una vez nació caserío y se convirtió
en ciudad por decreto real. Desde entonces la ruina ha formado parte del
cotidiano de sus barrios, en sus calles y en la intimidad de sus casas. Ruinas,
o aquello que queda de las ruinas. Tiempo y calamidades. Evitemos otras antes
que el desamparo las envuelva. ©cAc-2013
Obelisco a Juan de Conyedo y a Hurtado de Mendoza.
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*Obelisco a Juan de Conyedo y a Hurtado de Mendoza.*
Primero fue Conyedo[1], y luego Hurtado de Mendoza[2]. Dos hombres que
inspiraron la conducta que sigu...
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