jeudi 14 mars 2013

Ruinas y otras nostalgias


De los volveres se traen siempre infinidad de recuerdos. Los recuerdos que se encuentran entre las cuatro paredes de una casa construida en 1916, aquellos que nacen de encuentros fortuitos con amigos o conocidos perdidos de vista, los que uno busca depositando un ramo de claveles en el panteón familiar y aquel o aquellos que dejan entrever las paredes, un vitral, las ventanas enrejadas o los aleros de las fachadas de la tricentenaria villa de Conyedo. Ahora he vuelto a chocar con los recuerdos. Mirando el cielo barrido de nubes por el mistral, desde mi refugio provenzal, un granero desde el que me evado y cruzo el Atlántico cuántas veces me lo pide la nostalgia por los viejos muros, mientras doy pie a mi oficio de escribidor. Para consolidar los recuerdos, las viejas cartas postales que me proveo en cada vuelta a la isla, las fotos tomadas con Kodaks por nuestros mayores, las borrosas tiradas con películas Agfa de 35 en aparatos Smena rusos comprados en los 60’ y luego las que marcan la decadencia urbana al final del siglo XX, tomadas con una usada Olympus. Las digitales solo podrán ayudar en eso de comparar y ver el estado en que los muros van quedando, cayendo o emergiendo de las ruinas. Ah!, las ruinas! Ruinas quedan y ruinas aparecen, sin que necesariamente la causa de esa ruina sea una batalla, la vejez salpicada de descuidos y tocada de abandono, violentada por el clima o desgraciadamente, despreciadas por el hombre que no ve en las ruinas más que miseria e involución.  La guerra deja marcas, y no la guerra sino los hombres que hacen de la guerra un estandarte. Las marcas del tiempo pueden ser fatales, y el espectro de la ruina se convierte en fantasma urbano envuelto en litigios y no en sábanas blancas. Las ruinas nacidas de catástrofes, se levantan o quedan para siempre en su condición de ruinas. Vengo de vuelta de viejas ruinas y otras que pudiéramos salvar de la total demolición y regalárnoslas como recuerdos de aquella que una vez nació  caserío y se convirtió en ciudad por decreto real. Desde entonces la ruina ha formado parte del cotidiano de sus barrios, en sus calles y en la intimidad de sus casas. Ruinas, o aquello que queda de las ruinas. Tiempo y calamidades. Evitemos otras antes que el desamparo las envuelva. ©cAc-2013

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