dimanche 9 octobre 2011

La huida…

El tren viene del otro lado de la frontera. La palabra frontera me hace soñar, me dispersa y me transporta. Cerca o lejos, me transporta. Hay palabras que tienen ese don del desequilibrio entre espacio y cuerpo. El tren salió hace un par de horas de Vintimiglia. Ha parado en Niza. No sé si se ha detenido dos minutos debajo de la bóveda vidriada de la estación Saint-Charles de Marsella. Me ha abierto sus puertas en Avignon, que será la última parada antes de detenerse definitivamente en Paris. La tramontana me ha acompañado hasta el mismo andén de la estación aviñonesa. Yo huyo del viento, el viento me persigue, y se encapricha a acompañarme mientras avanzamos por el corredor gigante que es el valle del Ródano. No acostumbro a tomar el tren en pleno día. Me he hecho un habitual de ese que deja la vieja ciudad papal cuando ya el reloj marca las ocho pasadas. No huyo. Simplemente dejo atrás el patio provenzal, en horas del mediodía. Parte el tren. No hay sol que permita hacer destellar el dorado de la virgen encaramada en lo alto de Notre Dame de Doms. La ausencia del astro no daña el paisaje hermoso de los montes de Vaucluse con el Ventoux en primer plano. Cruzamos el Ródano saliendo de Avignon, y lo volvemos a cruzar al pasar Roquemaure, por donde pasó Aníbal con sus elefantes. Serpenteamos Gard y Vaucluse. Montfaucon vela en su escarpada roca. Se abre paso el tren. Desde mi ventana hago un guiño al Ventoux y saludo les “dentelles de Montmirail”. No pierde fuerza la tramontana. Veo su avance, o quizás la cola de su largo velo. Ríe el Mont Ventoux mientras ya el tren pasa bordeando el Ródano donde se alzan las chimeneas humeantes de Marcoule. El verde comienza a invadir el paisaje. Alguna que otra eólica, otras en grupos de a tres, las aspas detenidas. Cierro los ojos. Sé que pasamos ahora cerca de Montelimar. Me adormezco. Y cuando vuelvo a abrir los ojos, una ligera llovizna anuncia que ya andamos lejos del Mediodía francés, que la tramontana ha quedado atrás y que mi viaje no es huida, es simplemente una pausa, que me dará deseos de abrazar nuevamente, con vientos o sin ellos, mi refugio provenzal. ©cAc-2011.

2 commentaires:

  1. Amigo, me alegra tu regreso y que sea en tren, mucho más. Me ha gustado siempre viajar en trenes, tiene su magia. En esta entrada logras que uno te acompañe en el doble viaje, el externo de una plasticidad deliciosa y el interior, el que vibra con el paisaje que pasa. Es una agradable experiencia. ¡Muy bello, Carlos! Quedo a la espera de otro regalo como este.

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  2. Tal como relatas tus vivencias, somos capaces de verlo y sentirlo como si fueramos tú.

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