Al término de mi reposo matinal en el parque sanjuanero, di la vuelta por sus cuatro lados y bajé una calle en cuesta, la “20 de Mayo”, con sus casas de fachadas despintadas, la tabla resistiendo al tiempo y sobre todo al comején. Ventanas ambientadas con jaulas de tomeguines y la tradicional bomba de agua, tronando en los portales. Un pozo es signo de vida, y me fijé en aquel pintado de rojo. Una mujer septuagenaria dejó de barrer su portal para seguirme con la vista, y un rostro medio escondido escudriñaba detrás de una ventana. Las divisiones interiores de tabloncillo, y en la pared, un corazón de Jesús. Cámara en mano, seguí fotografiando, ventanas, rejas, portales y hasta el apenas visible corazón de Jesús. Y al pasar la vieja casa, oh malheur!, aunque no era el día ni el mes, y sin quererlo me busqué, o casi, un 20 de Mayo! No era mi intención tomar fotos de la casa por el lado que estaba en obras, si lo hubiera sido, hubiera saludado y preguntado si podía. Y como un gallo de pelea, el albañil, al ver que yo llevaba la cámara en mano, comenzó su diatriba argumentando esto aquello y lo otro, y “no tienes que hacer fotos, ni-na’ y como mejor te convenga”, me espetó, él en su obra, yo parado en la calle, a escasos cincuenta metros. Por qué tanta soberbia? Esa también es Cuba, la de los frustrados que se envalentonan contra quienes no tienen que hacerlo. Poco me importa si era el dueño de la casa, o un albañil trabajando por su cuenta ilegalmente, ni de donde habían sacado los materiales para echar aquella pared lateral. Ese no era mi objetivo, y ahora, como no soy rencoroso, les deseo buena suerte y espero hayan terminado de levantar la pared antes del comienzo de la primavera y sus intempestivos aguaceros. ©cAc
Obelisco a Juan de Conyedo y a Hurtado de Mendoza.
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*Obelisco a Juan de Conyedo y a Hurtado de Mendoza.*
Primero fue Conyedo[1], y luego Hurtado de Mendoza[2]. Dos hombres que
inspiraron la conducta que sigu...
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