mardi 23 février 2010

Subida al Risco de Famara






Atrás queda Haría y atrás queda Máguez, envueltos en todos los verdes posibles que la tierra es capaz de sacar a flote. Esta vez intentaremos vaciar el mar con las pupilas cargadas de verde. Calle Casa Atrás. Todo queda atrás y nosotros disponemos de tres horas para subir el risco y volver a La Frontera que es nuestro punto de partida. Camino y camineros. Palmas acabadas de levantar batiendo cabellera. Sembrados y piedras, rofe por doquier. Infinidad de verdes y amarillos, flores goteando el rocío y plantas grasas animando nuestro paso de randoneurs satisfechos. El ascenso es cosa de muchachos y jugamos a tocar las nubes mientras caminamos. Islote fértil que el hombre agradecido ama con cuido y mimos. A la derecha, Ganada verdinegra mirándonos desde su altura de casi seis cientos metros. Delante el risco, la tierra empedrada y las puntas del Gayo y Ganada. Aún más lejos, en lontananza, la silueta abrumada de todo el conjunto volcánico. Abajo y delante, el mar con olas que se desplazan sin prisa hasta las arenas de Famara. Del otro lado del barranco de la Poceta, la caleta, la urbanización y la franja playera. El azul intenso es Atlántico de violencia marina, el azul tierno abrazando la costa, la Bahía de Penedo. La Punta de Gayo es hostil y el riesgo de no volver del risco impide el deseo de escalar el farallón donde anidan gaviotas y otras especies. Un pies que resbala y resbalan a lo desconocido un montón de piedras vestidas de amarillo y seco musgo. Logro un nuevo respiro en el ascenso y descubro desde detrás de la punta rocosa, La Graciosa dejándose acariciar por cielo, bruma y mar. Disfrutado el paisaje, la marcha atrás comienza para frenar el hambre en La Frontera, mesón en cuyas brasas arde buena carne bendecida de sabores locales y desde donde el paisaje conquistado se convierte en tarjeta. Haría cualquier cosa por volver a Haría. ©cAc

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