Como convenido de antemano, evitamos Arrecife y el eje vial pegado a la costa. El barranco de la Espoleta nos sirvió de guía para tomar el camino de Teseguite en dirección de Teguise. Bajamos por la ruta que divide por el centro a la isla, bajo un sol cálido y cargados de toda la energía que nos han procurado los sitios que disfrutamos. La borrasca es ahora historia, y conseguimos olvidarla. A la salida de Teguise nos paramos en un sorprendente museo al aire libre, donde la imaginación tiene que ver y mucho con una libertad infinita del artista. El jardín es una creche insólita. El artista nos saluda y a poco seguimos la ruta. Otra vez La Geria, y sus sorprendentes viñedos. Dejamos Uga a la izquierda y tomamos la carretera que se pierde en el verde ondulado del Valle del Pozo, donde sólo el Pico Naos es dueño y señor. Apenas unos kilómetros adelante la carretera comienza a subir y se tropieza con los seiscientos ocho metros de la Atalaya de Femés, de la que toma nombre el pueblito-mirador que nos ofrece un balcón desde donde Playa Blanca parece una pulga inmaculada pegada a la franja costera. Y comienza el descenso a la costa, al mar, al momento de quitar, temporalmente, la isla que tanto amó Manrique. ©cAc
Lomas, cuestas y declives (Santa Clara)
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Mientras escribía los textos de *Un barrio, una iglesia, un parque*, que
serán publicados poco a poco en el blog www.santaclarabycac.blogspot.com no
pud...
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