Elegimos el barco que más rápido hiciera la travesía. Embarcamos pasado el mediodía. El Bocayna Express de Fred Olsen estaba casi vacío. Zarpamos a la una en punto. En el avance, el velo de espuma que dejaba atrás el trasbordador no desaparecía. Nos dimos cruce con el barco de la compañía Armas, y los dos surcos blancos se fundieron en el azul intenso que separa las islas. Playa Blanca era un punto y desde mi puesto en cubierta avizoré tres de las cuatro puntas que custodian el litoral sureño. Limones era la más próxima, la del Águila reverberaba con el sol cayendo sin misericordia y la más alejada, la del Papagayo, austera y rocosa. En lontananza, la topografía montañosa de la isla veteada de un velillo azul que le impregnaba cierta melancolía. Veloz, el ferry ganaba nudos y Lanzarote se convirtió en un espejismo casi cogido con la mano, pero al que dábamos la espalda. ©cAc
Obelisco a Juan de Conyedo y a Hurtado de Mendoza.
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*Obelisco a Juan de Conyedo y a Hurtado de Mendoza.*
Primero fue Conyedo[1], y luego Hurtado de Mendoza[2]. Dos hombres que
inspiraron la conducta que sigu...
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