Anteayer comimos crêpes como buenos tradicionalistas, y qué delicia de crêpes, preparadas “comme il faut” y comidas hasta la saciedad, nada de inventos, viradas con la mano derecha y en la izquierda un Louis d’or para que no falte la prosperidad durante todo el 2010, polvoreadas con azúcar y tocadas de un poco de Grand Marnier, eso es la Chandeleur! Pero este día de la Candelaria va ritmado de proverbios y yo me abracé a aquel que más placer me hace: à la Chandeleur, l’hiver se meurt ou prend vigueur. Y todo parece indicar que el invierno dio un traspié y no ha conseguido levantarse, porque el buen tiempo nos ha sonreído. Dicen también, y eso lo he escuchado a los viejos del sur, que según se comporte el tiempo el día de la Candelaria, así serán los siguientes cuarenta días. Y bien, todo parece indicarlo. El día dos, un poco de frialdad, claro, pero con un sol que estallaba en risotadas viéndonos trabajar como locos en los patios y jardines. Mi vecina finlandesa no soltó el rastrillo, ni tampoco los alemanes, ni el belga de la esquina, las gallinas de otro vecino no pararon de cacarear, y los dos perros que cuidan los predios de Cubières se revolcaban de lo lindo en la hierba. Una humareda ganó altura cuando los hornos comenzaron a quemar las hojas olvidadas del otoño pasado. Mientras el sol parpadeaba del otro lado del barrio de Lavandines, un polvillo amargo mezcla de todas las hojas diferentes y ramas carbonizadas fue veteando el patio, el cielo, la casa, y por un instante me incorporé a aquella tarjeta amarillenta de la bruma del Mississippi delante de mis ojos. ©cAc
Lomas, cuestas y declives (Santa Clara)
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Mientras escribía los textos de *Un barrio, una iglesia, un parque*, que
serán publicados poco a poco en el blog www.santaclarabycac.blogspot.com no
pud...
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