dimanche 21 février 2010

Arrieta, a pie desde Punta de las Mujeres

Anunciada de antemano, la lluvia vuelve a empañar las pupilas. Caminar. Caminar incluso bajo la lluvia, pertinaz y salitrada, nos permite disfrutar de la “promenade maritime” de Punta de las Mujeres. La lluvia amaina cuando ya la mañana se ha escurrido por entre las rocas que bordean la costa conejera. Haciendo el camino que ahora es calle Virgen del Pino, la vista se pierde en el horizonte mientras las olas golpean la Caleta del Campo y Los Morros. Arrieta fue una hilera de casitas a uno y otro lado de la ruta que bordeaba la costa. Unas mirando al mar, otras dando la espalda a Las Atalayas. La iglesia es de construcción reciente, pero cuidando de seguir el ordenamiento urbano de la isla. No así otras nuevas construcciones, que han ido agrandando en talla el pueblito pesquero de modesta rada. En un radio pequeño, varios restaurantes, la mayoría con música de fondo y turistas con sombrero y gafas oscuras. Nos recomendaron par de ellos, y como somos raros, nos sentamos en aquel que dando frente al mar, nos pareció el más sencillo de todos. El Casa Miguel. La variedad de pescados a profusión me hizo vacilar, pero ya tenía en mente un sargo a la plancha, porque el sargo es de factura local. Chopa, sama, lenguado, mero, como para ponerse a pensar. Croquetas, y churros, por supuesto, de pescado, como la sopa, el salpicón, pude aguantarme ante los garbanzos marineros pero cedí ante el escaldón de gofio. El mar azuleaba, las gaviotas revoloteaban y el Rubicón blanco del país daba un toque majestuoso a mi almuerzo costero en el Casa Miguel de Arrieta. ©cAc

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