vendredi 23 octobre 2009

Avatares de un patio provenzal.

Durante una semana el mistral se ha encargado de soplar y soplar fuerte. Los árboles no han soportado los soplidos y dejando a un lado el pudor, se han desvestido casi completamente. Las ramas desnudas lloran, dejan caer las poquísimas hojas amarillentas y los troncos parecen balancearse buscando el equilibrio con el cielo desprovisto de nubes. El viento, envalentonado, sacude con fuerza y raja un abedul alto y robusto. Al oscurecer, se siente el quejido del árbol, injustamente maltratado por el viento. Otro soplido y el tronco ha cedido a la fuerza invisible, se siente un chasquido, y cae extenuado en los brazos de un castaño, fuerte y corajudo. Victorioso, cesa el mistral y cede el lugar a una tormenta que fustigará a todos los árboles por igual. La lluvia enfriará las cortezas, ahogará las hojas amontonadas en el suelo y asustará por su persistencia. La tormenta sigue su camino al este, mantiene una retaguardia de lloviznas, hasta que se pierde sin dejar trazas. Amanece triste, y la llovizna nos mantiene detrás de las ventanas a medio cerrar. La humedad releva a la llovizna, la llovizna murmura toda la noche. Y vuelve el sol a iluminar al día siguiente. Como en una batalla, los cuerpos descuartizados de los frondosos guerreros llenan el patio, no hay sangre, las hojas grises del abedul cubren casi todo el campo de batalla, las enfermas, amarillas y húmedas, no cuentan en esta historia. El cielo se tiñe de un azul infinito. Ni rastro de nubes. Cantos y gorjeos. Ardillas desconcertadas corretean entre la desnudez de las ramas. Cuervos y urracas comadrean entre el laurel y los platanes. Un ligero viento se eleva. El mistral prepara su regreso…

3 commentaires:

  1. El mistral me hace volver al fantastico viaje a la Provenza, menos mal que nunca lo hice en avión, como siempre pensé. Soñé que pedía la pista 04 de Foronda en Vitoria, y subido el tren, ponía rumbo 090º a Carcasone para esperar que los pirineos acariciaran la panza del avión, y dejarme caer lentamente hasta alcanzar la pista de tierra de Pujaut dirección sur, dejando Roquemaure a la izquierda de mi ventanilla, clavando el pedal derecho y los cuernos hacia el mistral para dejar el pájaro posado 6.2 kms al sur del destino. Lo soñé y nunca lo hice, acerté ir en coche, sino hubiera jugado la misma partida que Antoine Saint Exupéry. Dale mi mas sincero respeto a ese endiablado viento enemigo de la sustentación. Un abrazo y gracias por la poesía. Kikale.

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  2. Carlos, como Kikale, te doy gracias por el hermoso poema que sin dudas habla de algo más que el mistral, pero sin dudas es una bella metáfora. Desde el punto de vista poético el final es perfecto, pero desde la vida práctica, es bueno pensar durante el mistral ("endiablado viento enemigo de la sustentación") que la luz del sol, el azul infinito del cielo, gorjeos y cantos , el viento manso...preparan su regreso. Un abrazo

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  3. …las hojas secas se refugian detrás de las macetas, y en las esquinas rotas del patio, se unen en voces zigzagueantes esperando el manotazo invisible del viento, corren alocadas, se elevan en espiral, y caen como una fina lluvia amarilla ocre, se doblan los abedules como allá sin mistral vi doblarse los almácigos de mi abuela, un motor ronronea en el espacio desprovisto de nubes, no serás tú, pienso, e interpongo una lupa entre mis ojos y el bimotor, la numeración es ilegible, la bandera es tricolor, no está perdido el avión. Avisa que aterrizarás, así prepararemos una emboscada al mistral, y no necesitarás cornear a ese toro invisible, que nos abraza sin mal.

    Gracias Kikale por ese abril del 2006; y qué no pudiera yo más agradecer que tus palabras Andrés, cuando yo trato de ver poéticamente lo que en el suelo yace, truncado para siempre… Los abrazo a los dos!

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