Levanto la cabeza y miro a lo alto, buscando una cubierta de amianto, y me topo con un techo altísimo de ese material, hoy en desuso. Sostenía el techo dos columnas envueltas en poesía. Y fui dando vuelta a las columnas, y fui subiendo, y subiendo hasta llegar al alto techo poético que nos regala Abel Germán y que publica la editorial miamense Primigenios. Primero leí Desde lo alto de la roca de Lèucade. Esa primera parte la leí de un tirón, y me energizó. La poesía es hermosamente brutal, toca, golpea sin agredir, abre los ojos a un muerto. Al siguiente día leí la segunda parte, Altos techos de asbesto. Todos los poemas marcan al lector. Es asomarse a un mundo que conocemos y por el que pasamos sin darle la relevancia poética a la que su autor nos acerca. Poco más podría decir, pero sería mejor, y los invito, a que se sumerjan en el prólogo de José Hugo Fernández, que es encomiable (Mágico pontón sobre el vacío).
Y los invito también, a leer el artículo homónimo de
Odalys Interián, aparecido en la revista de poesía y letras, Lyrics &
Poetry.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire