Durante mis regresos a partir del 2007, a esa calle a
doble odónimo que recuerda a una figura relevante de la enseñanza santaclareña,
la Maestra Nicolasa, y que la oralidad popular sigue llamando Candelaria, calle
donde se sitúa la casa que fuera la penúltima morada de mis padres, fui
escribiendo y dejando por descuido, por olvido premeditado, y por aquello de
recuperarlos en algún otro regreso, poemas teñidos de amor y trenzados con el
recuerdo que dejan los estrechos lazos paternales, familiares, entre vecinos,
la cadencia de un sillón al mecerse, la caída de una hoja, el quejido de una
rama fracturada, el repiqueteo dominical de una campana… reunidos los poemas en un
cuaderno, pedí al escritor y periodista José Hugo Fernández de escribir una
reseña para prologar un libro en gestación (Vidrio en las pupilas), y José
Hugo, escribió, tal como dice un gran amigo mío, “un bellísimo texto-prólogo” titulado
“La Magia en el detalle”, que me permito publicar en este blog, y compartirlo
en el muro feisbusiano. Gracias José
Hugo, por el tiempo oro que le dedicaste a leer el cuaderno, y por tu capacidad
infinita de valorizar el trabajo de otros, el mío, en este caso. Gracias.
La Magia en el detalle. José Hugo Fernández.
Nabokov advertía a sus
discípulos sobre la importancia de saborear los detalles como procedimiento
para adentrarse en la doble lectura de un libro. Es posible que a la hora de
configurar su último poemario, Vidrio en
las pupilas, Carlos Alberto Casanova no haya contemplado la doble lectura
como finalidad, o como trama lúdica, pero lo cierto es que el uso recurrente
del detalle le otorga un vigor decisivo. Si este libro no demanda una doble
lectura, tal vez sea porque sus fondos (y trasfondos) se iluminan totalmente a
través de los pormenores que va destilando la memoria del poeta.
La fractura familiar, el
desarraigo, la muerte, el adiós sin regreso a los lugares y seres entrañables,
la angustia por todo lo perdido, encuentran aquí su más diáfana expresión
mediante un labrado poético cuasi minimalista, donde el impacto revelador que
por lo general producen las figuras retóricas, es asignado al detalle, sucinto
y llano, pero cuya ordenación potencia al máximo el efecto sugestivo.
Resulta en verdad digna de
elogio la efectividad con que Casanova recompone los asideros nostálgicos en Vidrio en las pupilas, ensamblando
evocaciones, percepciones, emociones, y dejando huellas -tanto nominales como
atmosféricas- en versos de envidiable tersura y con un estilo que se impone por
su esencialidad, gracias al tino con que ha seleccionado y ordenado los
detalles como derroteros.
La blancura nacarada que cubre
la cabeza de su padre, o el hecho de que éste vuelva a ser niño cuando olvida
que es jueves; los árboles de su niñez condenados a achicar el ingenio de las
sombras; pregones callejeros en algún pueblo cubano de provincia antes de la
glaciación color olivo… Son detalles que, entre tantos, anegan gota a gota la
nostalgia del poeta, otorgando un perfil bien peculiar a lo que (a falta de
otra denominación más ajustada) podríamos llamar su narrativa lírica.
Hay un despojamiento de
artificios lingüísticos a favor de la exposición de lo que pasó, tal como pasa
hoy por la recurrente nostalgia del autor, actuando con resortes parecidos a
los de la imagen fotográfica, que devuelve las cosas que ya no existen, pero
las devuelve como fueron o como se recuerda que fueron, buscando aproximarse a
la vivencia real mediante la recreación de leves trazos.
Si lo peor de aquello que
estuvimos a punto de olvidar son las mañosas emboscadas del recuerdo, en Vidrio en las pupilas el poeta podría
darse por satisfecho al iluminar sus versos con las peores pretericiones.
Alguien, algún buen mago sin
duda, habría dicho que no hay magia en la magia sino que todo está en los
detalles. Quizás pueda aplicarse en este caso, asumidas las equivalencias
esenciales entre magia y poesía.
Miami, marzo de 2023.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire