La víspera
del sexto día de cada nuevo año, -y el 2018 no es una excepción-, me viene a la
memoria aquella imagen infantil que representaba a Melchor, Gaspar y Baltazar, montados
sobre camellos, y guiados por la estrella de Belén, andando el desierto, para entregar
los regalos, que aparecerían debajo de mi cama al amanecer del día 6. En ese entonces
yo no conocía la Epifanía, ni la “galette des rois” a la frangipane o la
provenzal “couronne des rois” con frutos confitados. Cuántas veces me pregunté
por la capacidad de almacenamiento de los tres reyes en sus alforjas, la
rapidez de la distribución en un perímetro tan grande, -grande, enorme, era el
espacio que circundaba mi casa-, y la duda, de cómo lograban entrar en la casa,
por alguna hendija -para desterrar la duda de mi cerebro, argumentaban el que
dejaban una puerta o ventana entreabierta- y sin hacer ruido ni sorprender a
nadie. En esos años infantiles, los reyes me dejaron una bicicleta, una
guitarra, un par de patines, y otros juguetes que no recuerdo, quizás porque la
bicicleta como regalo, logró absolutizar mis juegos y preferencias, y con ella
-y por descuido- aplasté la guitarra en una carrera desenfrenada. El desbarate
de la guitarra fue una premonición de mi ineptitud por la música. Apenas
comenzaba a tomarle simpatía a los insuperables reyes, cuando en lugar de
escribirles mi torpe carta, tuve que señalar con el dedo índice el juguete que
prefería, de aquellos expuestos en la vitrina de alguna tienda. Tienda
designada, en eso -por aquello de olvidar mezquindades-, no entraré en
detalles. Adiós Reyes Magos. Mis mayores, corre por aquí, corre por allá, para encontrar
aquella tienda, colas, números, guardias, y recontra-guardias, para cuando
cantaran el número, estar presentes y no perderlo…, una odisea, temprana en el
recuerdo de un niño. En lugar de soñar con aquellos nobles tres reyes, tuvimos
que aprender que un buen juguete, nos gustara o no, era un juguete básico, y
que dos juguetes menos interesantes, se denominaban juguetes no básicos, y que
más tarde uno de ellos dejaría de serlo para convertirse en opcional, o algo
parecido. Pueden ayudarme a refrescar la memoria, y mejorar mi texto, escrito
entre recuerdo y amargor, propio a la experiencia. No pensaba escribir nada, pero
el pasearme esta mañana por la sabatina venta de antigüedades y brocantería de
Villeneuve-lez-Avignon, me hizo cambiar de opinión. Apenas llegado delante de la
mesa de una anticuaria donde pensaba chinear un conjunto de beniteros, en un
recodo, un juguete me esperaba, justo para que memoria, recuerdo y nostalgias
se dieran la mano y me propulsaran atrás en el tiempo. Aquella guagua china, rojo
metálico, con el mismo olor penetrante del metal de su chasis, aquella que me
llevó tantas veces de Pekín a Shanghái por la carretera inventada en la sala de
mi casa, que además de guagua, se preciaba de juguete básico, estaba esperando
para que yo la llevara conmigo. cAc©2018
Lomas, cuestas y declives (Santa Clara)
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Mientras escribía los textos de *Un barrio, una iglesia, un parque*, que
serán publicados poco a poco en el blog www.santaclarabycac.blogspot.com no
pud...
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