samedi 6 janvier 2018

Los Reyes Magos

La víspera del sexto día de cada nuevo año, -y el 2018 no es una excepción-, me viene a la memoria aquella imagen infantil que representaba a Melchor, Gaspar y Baltazar, montados sobre camellos, y guiados por la estrella de Belén, andando el desierto, para entregar los regalos, que aparecerían debajo de mi cama al amanecer del día 6. En ese entonces yo no conocía la Epifanía, ni la “galette des rois” a la frangipane o la provenzal “couronne des rois” con frutos confitados. Cuántas veces me pregunté por la capacidad de almacenamiento de los tres reyes en sus alforjas, la rapidez de la distribución en un perímetro tan grande, -grande, enorme, era el espacio que circundaba mi casa-, y la duda, de cómo lograban entrar en la casa, por alguna hendija -para desterrar la duda de mi cerebro, argumentaban el que dejaban una puerta o ventana entreabierta- y sin hacer ruido ni sorprender a nadie. En esos años infantiles, los reyes me dejaron una bicicleta, una guitarra, un par de patines, y otros juguetes que no recuerdo, quizás porque la bicicleta como regalo, logró absolutizar mis juegos y preferencias, y con ella -y por descuido- aplasté la guitarra en una carrera desenfrenada. El desbarate de la guitarra fue una premonición de mi ineptitud por la música. Apenas comenzaba a tomarle simpatía a los insuperables reyes, cuando en lugar de escribirles mi torpe carta, tuve que señalar con el dedo índice el juguete que prefería, de aquellos expuestos en la vitrina de alguna tienda. Tienda designada, en eso -por aquello de olvidar mezquindades-, no entraré en detalles. Adiós Reyes Magos. Mis mayores, corre por aquí, corre por allá, para encontrar aquella tienda, colas, números, guardias, y recontra-guardias, para cuando cantaran el número, estar presentes y no perderlo…, una odisea, temprana en el recuerdo de un niño. En lugar de soñar con aquellos nobles tres reyes, tuvimos que aprender que un buen juguete, nos gustara o no, era un juguete básico, y que dos juguetes menos interesantes, se denominaban juguetes no básicos, y que más tarde uno de ellos dejaría de serlo para convertirse en opcional, o algo parecido. Pueden ayudarme a refrescar la memoria, y mejorar mi texto, escrito entre recuerdo y amargor, propio a la experiencia. No pensaba escribir nada, pero el pasearme esta mañana por la sabatina venta de antigüedades y brocantería de Villeneuve-lez-Avignon, me hizo cambiar de opinión. Apenas llegado delante de la mesa de una anticuaria donde pensaba chinear un conjunto de beniteros, en un recodo, un juguete me esperaba, justo para que memoria, recuerdo y nostalgias se dieran la mano y me propulsaran atrás en el tiempo. Aquella guagua china, rojo metálico, con el mismo olor penetrante del metal de su chasis, aquella que me llevó tantas veces de Pekín a Shanghái por la carretera inventada en la sala de mi casa, que además de guagua, se preciaba de juguete básico, estaba esperando para que yo la llevara conmigo. cAc©2018

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