mercredi 28 juillet 2010

La ciudad de Alicante







Desplazarse al centro de la ciudad de Alicante no tiene ninguna complicación desde la playa de San Juan. Para ir, tomamos un autobús, creo que el 21, climatizado, confortable y rápido. Siete kilómetros separan San Juan del centro urbano, un recorrido que sigue la línea de la costa entre nuevas urbanizaciones y espacios yermos que al término de la crisis volverán a acaparar la atención de los promotores inmobiliarios. Hay, en innovación constructiva, de todo. La ciudad se distingue por el Benacantil, un macizo rocoso de 169 m de altura que alberga el castillo de Santa Bárbara, y desde el cual se domina toda la urbe. Barrancos y gargantas, más o menos visibles, entornan la aglomeración, sorteada por multitud de colinas. El espacio costero es rico en playas y calas, y por supuesto, en ese espacio está el puerto de Alicante, con dársena deportiva, para trasbordadores, cruceros turísticos, y la infraestructura de comercio y navegación. Para curiosos como nosotros era inimaginable no poner los pies en la que fuera Lucentum, un núcleo ibero-romano que existiera entre los sIV adC y IIIddC.




Alicante terminando la primera década del sXXI, con sus inmuebles agresivos, achocolatados y rojizos, se alza y se extiende frente al Mediterráneo. Nos percatamos que los alicantinos quieren rescatar lo que queda de sus viejas plazas y viejas fachadas, y aunque es tarde para dos comidas, si se apuran, recuperarán el viejo paisaje urbano que acechan con apetito las constructoras. Por supuesto que disfrutamos en el paseo de su patrimonio histórico y artístico, y del cual les dejo alguna que otra imagen. Deténganse en el Mercado Central, ecléctico con ornamentaciones modernistas como su arco carpanel en su entrada principal, pero tocado de volutas jónicas y pináculos herrerianos. Caminen por la explanada Esplanada d’Espanya y luego siéntense a la sombra de un gran árbol en alguna de sus plazas. Eso hicimos, y antes que el día se escurriera por el poniente, volvimos nuestros pasos a la playa San Juan, ésta vez, erróneamente en la línea 3 del Tram-Metropolitano de Alicante, error que nos llevó a descender en Campello (debimos haber montado en el L2, que desde la plaza Luceros nos llevaba hasta la plaza de La Coruña en la playa!) y de paso curiosear del lado de su paseo marítimo. La opción que nos quedaba era de volver en taxi a San Juan, y como por arte de magia apareció otra vez el bus 21 y como en una carroza, volvimos a Versalles, para disfrutar de la piscina, unas tapitas y por supuesto, una San Miguel bien fría! Adios Lucentum! ©cAc


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