mercredi 9 décembre 2009

Otoño

He vuelto a mi buhardilla, desde donde el otoño se me antoja baúl de tesoros ocres, amarillos con filamentos oscuros y verdes tristes perdidos en un mar de hojas. Verde. Color raro en esta estación próxima a desaparecer. Otoño. El de la isla con las flores de Pascuas alegrando lo alegre, coloreando lo ya teñido de rojo, con atardeceres frescos y anuncios de descensos de temperaturas que harán titiritar. Pura imaginación y sueño isleño. Otoño luteciano. He huido de ese otoño que es verde y oro y húmedo, ochocientos kilómetros más al norte. Sombras esparcidas sobre los techos de pizarra. Llovizna casi perenne. Verde en los parques, oro en los bosques, humedad en los vidrios de las ventanas. Otoño. Como si se apagara la vida. Como si el verde dejara de respirar. Ochocientos, quizás un poco más, de aglomeraciones humanas, campanarios callados rodeados de tierras aradas, praderas con vacas librepensadoras, y cintas de asfalto sobre campos preparados para mañana, o más tarde, cuando el sol vuelva a ser rey y regresen los pájaros ahora instalados un poco más al sur, en tierras de flamencos rosados y toros camargueses olfateando el suelo cenagoso. Desde mi buhardilla, el mundo es ancho, y poblado de incertidumbres. Puedo ver el farallón rocoso que impide ver los tejados de Pujaut y los viñedos tristes alrededor de Truel. Abedules desnudos exhibiendo sus venas. La ruta que nos lleva hacia las márgenes del Ródano. Y el castillo de Cubières cubierto de hiedra y abandono detrás de sus muros. Se escucha un tren de mercancías. La vieja estación del pueblo murió en el olvido. No la veo, pero siento la respiración de la locomotora cuando se acerca a ella. Jadeante. Sigue de largo. La autopista no es visible desde mi buhardilla. Me lleva a tierras ibéricas. Dónde también el otoño es diferente. Miro el cielo plomizo. Miro abajo. Un colchón de hojas puede amortiguar la caída. Pero no he pensado decir adiós si cobardemente a mi espacio cálido en el granero. Escotilla polvorienta. Abejas dormidas en un panal descubierto al final del verano. Pasará el invierno. Desde mi buhardilla intentaré escribir infinitud de versos adoloridos, como el dolor que nace del fondo de una cueva. Y escribiré otros, llenos de buenos presagios y lamentos alegres. O no escribiré nada, y solo miraré, la tarde caer, que en estos días finales de otoño, pinta de claroscuros y silencio el paisaje. He vuelto a mi buhardilla. ©cAc.

2 commentaires:

  1. QUE DIFERENTE A ESTE OTOÑO-QUE-NO-ES-OTOÑO DE MIAMI. AQUI EL CALOR NO NOS SUELTA, AUNQUE LA TEMPERATURA HA "BAJADO" A 23C! ESO SI QUE LOS ATARDECER SON BELLOS, COLORIDOS, PERO CORTOS. NO COMO LOS ATARDECERES DE VERANO, BELLOS Y COLORIDOS TAMBIEN, PERO LENTOS...PERO NUESTRO INVIERNO YA SE AVECINA, COMO EL 2010 Y TAL VEZ LA TEMPERATURA BAJE A 18C...UFF QUE FRIO!!!

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  2. No te parece Titopun, que “otoño” es una palabra llena de esperanzas? Es como un periodo de gestación, en el que modelamos la Navidad, mientras caen la hojas y se barren los patios, pensamos en los Reyes, y siguen cayendo las hojas, y barremos menos, y nos vemos descender una pista helada en los Alpes, quedan hojas sobre las ramas…, guardamos la escoba y el rastrillo, y recordamos que en mayo se abrirán las amapolas, miramos las hojas esparcidas, apenas enteras, y seguimos soñando, en playas y caminatas…, y así se acaba el otoño, con un manto de ensueños sobre nuestras espaldas…

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