Haría
presume de un mercado umbroso en su Plaza, plaza que al anochecer enciende sus
faroles y transporta lejos en el tiempo, muy atrás, cuando era calle y plaza
rodeada de hermosas viviendas, y se llamaba entonces, Plaza León y Castillo. La
brisa yendo y viniendo como los años, y el pueblo viendo crecer sus familias. Apenas
comenzada la década del 40, y para ser precisos en el año 42, Haría vio nacer a
un varón nombrado Manuel, arropado en hierro y fino serrín. Como una rueda, la
vuelta se hace, y el tiempo fue rodando hasta nuestros días, y me permitió
conocer al hombre que naciera moldeado por el hierro y la madera: Manuel
Perdomo. Manuel se paseaba por el mercado acompañado de una bicicleta. Y no una
bicicleta cualquiera. Como un tesoro listo para llevar a un museo, la bicicleta
me guiñó un ojo farolado y me atrapó
en las redes de la curiosidad. Primero me llamó la atención, la rueda trasera,
de diámetro veinte y la minúscula rueda delantera. Luego comencé a devanarme
los sesos ante aquel artefacto, pura bicicleta. Los elementos del cuadro, el
sillín, el plato, en fin, todo el tren delantero, me parecieron, en lo
personal, -que, aunque no conozco mucho de su anatomía, he visto y montado
sinnúmero de bicicletas- algo salido de manos maderadas. La madera era el
elemento que aportaba esplendor al biciclo. Y al siguiente sábado, bajo la
sombra de la arbolada plaza me esperaba otra bicicleta para deleitarme en
formas y ondulaciones que sobre el metal y la madera, puede el arte manual
encapricharse. Caprichos de artesano que solo amor y trabajo pueden vencer. Una
bicicleta de lujo que no nos permitiría andar y desandar caminos como nos lo
permiten la gazelle y la gitane cuando con ellas atravesamos Alpes
y Pirineos. Reservado y tímido, Manuel no cierra puertas a quien lo interpela,
y aunque el tiempo me apremiaba, pudimos cruzar cuatro palabras y quedar para
un encuentro. Fue así como pude respirar el olor del aceite y el serrín
disputándose la supremacía de un atelier colmado de fresas, tornos, materiales
por doquier, maderas crudas y maderas ya modeladas, artefactos, motores,
ruedas, ruedas, y otras ruedas aún más imponentes, todas vivas, o esperando el
momento de activarse para darle vueltas a la imaginación y el desenfreno, por
manos bien dispuestas a recrear el arte de forjar, de carpintear, de amasar
bujes y bielas, de combinar el hierro y la madera. El carpintero ebanista,
tiene en su haber, trabajos que quedan para siempre y se visualizan cada día.
La balaustrada de caoba del Cabildo de Lanzarote; la meticulosa imbricación de
la carpintería interior del techo de la que fuera casa del alcalde López
Fontes, -que albergaba, comenzando el siglo XX, el Archivo Municipal-,
reconvertida en Museo de Arte Sacro. Lo viejo se redescubre nuevo entre las
manos de este hombre madera obsesionado por las ruedas, y lo antiguo vuelve a
tener vida, -ahora con una exquisitez en la profusión de maderas-, y da gusto
aprender, volver a ver andando las carretillas de antaño e imaginar al guajiro canario
alimentando de arena su parcela de volcánica tierra, a los estibadores en el
lleva y trae de bultos traídos a los muelles isleños de allende los mares, o a
los salineros de las Salinas del Río desplazarse con ellas entre los montículos
de oro blanco fulgurante. Enteramente de su creación, la calesa construida por
Manuel, hace doblemente elegantes las romerías conejeras. Y más aún, la bola
canaria, -prima de la petanca del
mediterráneo francés-, encontró en este gentilhombre, el otro padre de las
impresionantes piezas redondas, que también como ruedas, ruedan en las tardes
apacibles del isleño, llegada la hora del descanso.
Así
como escasean el moral y el eucalipto, escasean hombres con la madera de
Manuel, fieles a la tradición, al recuerdo imperecedero de una historia
familiar. Sin embargo, el atelier, la savia escondida en las venas de las
maderas esperando su hora de talla e incrustaciones, el aire enrarecido de
serrín y el olor a hierro salido de la forja, tienen mucho Manuel como
compañero de sueños y ruedas, que volteando hacen latir sus manos de minuciosos
dedos. ©cAc-2016
En
la página siguiente podrán apreciar la colección de ciclos de Manuel Perdomo.
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