Pintura mural sobre una pared lateral del otrora Teatro Marti en calle Trista y carretera Central |
Los tres últimos viajes
que he hecho a Santa Clara, han sido cuando ya el año va proa a su final. El
primero para cuidar y decir adiós para siempre a mi padre. El segundo, para
casi acompañar hasta el final, a Hilda Velia. El último viaje, tormentoso a la
llegada, lluvioso a la partida, soleado con aires fríos agradables pero que
nunca llegaron a ser invierno. Yo diría un largo otoño con vacilaciones
primaverales. Hojas que caían, el limonero y el higo retoñando, el mango
florecido, las flores inundando el patio, faena de vientos adelantados, y
vuelto a florecer para darme envidia cuando la parición sea una realidad y yo
no esté a la sombra de la mata para saborear los mangos. Y en cada viaje, Santa
Clara omnipresente. Puestas de sol que pueden dejar boquiabiertos a muchos, el
Bélico buscando el norte, el parque viviendo el letargo provinciano, el
Cubanicay queriendo estar limpio y la gente empecinada en ahogarlo con trastes
y basuras. Santa Clara de mercados dominicales, de la Plaza Apolo con sus
artesanos y la calle Villuendas inundada de jóvenes lumpen que quieren vivir
del negocio sin doblar el lomo, de barrios que solo conocen sus habitantes, y
de carretones tirados por caballos dejando su triste traza fecal que el viento
se encargará de dispersar. Santa Clara de tardes amenizadas por la retreta
instalada en la glorieta del parque, de nuevas rutas de guaguas haciendo
competencia a los carretoneros y a los bicitaxis, reunidos en sus puntos de
cabecera, discutiendo de todo y de nada, esperando, esperando, dando pedales
hasta la zona hospitalaria o esperando al turista que prefiera ir a la plaza, a
la otra, la que está en Virginia, en bici y no a pie. Santa Clara de eventos,
de pelota, de tertulias y timbeques, de Mejunje teatro y danza hasta terminar
como un trompo, y aquella de mediocridades, de falsas promesas, de noches de la
buena suerte o noches marcadas por el brillo y las lentejuelas que esconden
senos inflados por la silicona y nalgas postizas como ampollas protuberantes. Ah,
Santa Clara!, cuánta cosa vista y cuánta cosa para contar a viva voz, o en
pequeño comité. Santa Clara que te queremos, volvemos a la carga, para que
sigas compartida entre todos. © cAc-2014
Gracias Carlos por esta crónica. No he regresado más y estas páginas son como una especie de reencuentro. Van pasando los años y ya hay cosas que mencionas que me tan resultan desconocidas como el mural de la foto. No tengo ni idea de lo que es la Plaza Apolo. Lo de la calle Villuendas tampoco lo conozco, pero me han contado que le dicen el Malecón, un habanerismo que nos hace más provincianos aún. Saludos
RépondreSupprimerHola Michel. Cuando no apareces por mis páginas pienso que debes estar liado a trabajo y familia, o explorando Miami y sus alrededores. Tu blog sigue siendo una aventura leído desde el hexágono. Tiempo hace que no pongo los pies en Miami, y tu blog me servirá de referencia. Gracias. También yo descubro cosas en Santa Clara, o redescubro, porque antes las pasaba por alto. Hace unos años hubo una tendencia a los murales pictóricos o a manera de grafitis para vestir paredes desnudas que no por desnudas afeaban sitios con poco uso público o semi abandonados. El mural de la foto está situado en la que fuera pared interior del lateral izquierdo del otrora Teatro Martí, en la calle Tristá y bordeando una orilla del río Bélico en su curso paralelo a la carretera Central. No conozco el autor o los autores de este mural, que por su talla pienso que haya sido una obra colectiva. La Plaza Apolo, toma su nombre de la Casa Apolo que estuviera situada en ese lugar, y que sufrió del abandono hasta su penosa ruina y constantes derrumbes parciales hasta su demolición. El sitio fue rehabilitado casi junto con la renovación de su vecino inmueble Billarista, como plaza de mercadeo artesanal, en la calle Villuendas. La calle Villuendas, en su tramo desde Padre Chao hasta el Boulevard (calle Independencia) se le conoce peyorativamente como Calle 8, en referencia a los comercios que han florecido allí, y que alguien estimó que era equivalente a la miamense Calle 8. El sitio conocido como el Malecón (a no confundir con el Malecón del Bélico) no es en la calle Villuendas, sino en la lonja o “parvis” que bordea el ala derecha del Teatro La Caridad, y que por su altura en aumento siguiendo la calle Lorda, se convierte en estrado y sitio de encuentro de una franja generacional santaclareña. Recuerda que el Parque Vidal y sus inmuebles alrededor han dado cabida desde tiempos inmemoriales a grupos con diversas inquietudes culturales, deportivas o políticas y hasta de género. Gracias por volver con tus comentarios, y te saludo cordialmente, cAc
RépondreSupprimerMucho ha cambiado SC en la última década. Había visto lo de los murales por fotos, incluso creo que comentamos alguno aquí. Este ya sé dónde está. En este parquecito, antiguo teatro, se hicieron muchos conciertos de rock en una época. Lo de la Plaza Apolo creo entonces que es donde había un edificio de dos plantas muy en ruinas por Villuendas al lado del Billarista justo donde nace el callejo de la Colonia. ¿Es ahí? Yo me confundí con el nombre de la calle Lorda. Cosas del tiempo y la distancia. Recuerdo que a finales de los ’90 le decían la Calle 8 al tramo de San Miguel desde el puente del Bélico internándose en el Condado. El nombre era porque allí se vendía de todo, ilegalmente claro, y podías conseguir cualquier cosa con dinero. Lo de la analogía con la calle de Miami da para un tratado de mitología urbana, en realidad San Miguel parecía más un mercado marroquí. Pues no sabía que Villuendas era la nueva “Calle 8”. Recuerdo que cerca del boulevard por esa había negociantes, pero el otro tramo de la calle yo lo dejé cerrado y en ruinas.
RépondreSupprimerLo del Malecón en Lorda me imagino que es una extensión de la fauna urbana del parque. Lo que no sé si se expandió para allí por moda o porque ya en el parque no cabía tanta gente. O si nuevos grupos o tribus urbanas necesitaban otros espacios. No me imagina la pequeña escalinata en la que casi nadie se sentaba, llena de gente. Lo del Malecón del Bélico fue tal vez un romanticismo de la república, recuerdo verlo en mapas de SC de los 40s y 50s. Es por aquello de no tener mar y no poder recrear el paseo marítimo como hicieron en Cienfuegos, Caibarien y muchas ciudades más. Hasta en Miami hicieron uno. Volviendo a Lorda, imagino que la multitud trae problemas de ruido para el teatro, tráfico vehicular y peatonal, basura y más al no ser el espacio para eso. ¿Será la solución el crear nuevos espacios atractivos para que la gente se reúna?
Saludos,
Hola Carlos, me ha encantado leer tu visión de Santa Clara, es triste que hayamos involucionado tanto en el tema de transporte y demás………………nos duele mucho q sea así, yo recuerdo en los años 80 que iba a un evento en Santiago de Cuba y la guagua hizo una parada en Bayamo, yo rápido me bajé a ver los coches de caballo y hasta quise montarme en uno pq eran novedad para mi y quien me iba a decir que por esta fecha tuviéramos como trasporte principal en nuestra cuidad los famosos coches…………… jajajaja, me rio para no llorar.
RépondreSupprimerReynel y yo te recordamos con mucho cariño, un abrazo
Alina