lundi 25 juillet 2011

Muñecas de trapo (pensando en Nenita)

Cuando era niño y se acercaba el día de Reyes, salían a relucir en las conversaciones, aquellas muñecas de trapo que fueran juguete preferido de nuestras madres y abuelas. Abuelas, madres y laboriosas tías ponían toda su imaginación en crear aquellas “poupées”, ya fueran muñecas o muñecos, utilizado retazos de telas, botones e hilos de lana. Hubo varones que también tuvieron su muñeca, especie de mascota que arrastraban y hasta descuartizaban a fuerza de uso y juegos, y también hada acompañadora a la hora de dormir. Yo tuve una como resguardo, pequeñita, negra, y por supuesto, bemba y ojos saltones, con un pañuelo “colora’o” anudado en la frente. La nombré “losamelcé” (Rosa Mercedes), dos nombres que evocaban una tía y una abuela. La negrita desapareció un día tal como habían previsto mis santos protectores. A Mercedes no tuve tiempo de conocerla mucho, la tía me acompañó hasta su partida, y hoy todavía me acompaña espiritualmente. Con la desaparición de “losamelcé”, se acabó mi historia personal con una muñeca de trapo. Debo preguntar a mi hermana, si también ella tuvo una o varias muñecas de trapo. Ahora, senior, se dedica a hacerlas. Una vía para evacuar el estrés que produce el cotidiano isleño, para hacer algo que la motive a buscar, inventar, saciar aspiraciones. Tiene manos de oro, como la tía Carmen, hacedora de fantasías y ensueños con todo lo que cayera en sus manos. Para aprender la técnica, se ha inscrito en un curso de muñequetería. Tiene la suerte de tener una excelente máquina de coser, aquella que le regalaron por Reyes en 1961, una White japonesa y que cose de maravilla. Carolina no conoció aquellos Reyes de muñecas Dunias, y bebés llorones, aunque heredó aquellas de la tía, y sucumbió ante las patilargas Barbie. Ahora podrá elegir entre aquellas que salgan de las manos de su abuela. ©cAc

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