vendredi 25 mars 2011

En bicicleta a Puerta de Golpe (La Esperanza, VC)


Les confieso que estar, lo que es realmente estar, caminar por sus calles, mirar y aún más, husmear, fotografiar, no se me había ocurrido hasta hace poco. Pasar, incontables las veces. En tren, en ómnibus interprovinciales, en los camiones que iban los domingos de verano a la playa de Rancho Luna, y en carro, ni me acuerdo las veces. Yendo hacia La Habana en tren, el viaje apenas comenzaba, viniendo de La Habana, era como si ya estuviéramos en Santa Clara. Mis abuelos conocieron el Camino Real que atravesaba La Esperanza. Yo, como mis padres, conocimos la carretera Central, estrecha, arbolada, serpenteante. Hasta que abrieron el tramo de la A-1, conocida primero como la “ocho vías”, luego simplemente como la autopista. Con la autopista, Esperanza vio reducir el flujo de vehículos por su tramo de carretera nacional. Una vez, hace mucho, -también en bicicleta- estuve a la entrada de Esperanza, por la calle que lleva directamente al centro del pueblo. Hice los doce kilómetros desde Santa Clara, para comprarle a un guajiro cuatro litros de leche (habitualmente alguien los llevaba hasta la puerta de la casa, esa vez, la persona no podía, y me tocó a mí). En noviembre pasado, decidí conocer un poco más, al pueblo que naciera como Puerta de Golpe, en 1814. Le dije a mi padre que mientras él hacía su siesta, yo haría el ida y vuelta, -unas tres horas, le dije. Él asintió, me dio como siempre consejos, y me contó par de historias, evidentemente, relacionadas con La Esperanza. Noviembre se encaprichaba en ser un mes fresco, aunque el sol picara un poco. Bicicleta, mochila, cámara fotográfica y sombrero. En lugar de llevar agua, pensé que lo mejor sería hacer a la ida y a la vuelta, una pausa en la guarapera de Antón Díaz. A esa hora pasado el mediodía, había poca circulación en la carretera. El peor tramo es a partir de Manuelita. La Central vuelve a ser carretera estrecha y aunque circulen pocos vehículos, hay que rodar con atención. Se pasa el Crucero de Vila y al bajar la cuesta, Las Minas, que como su vecino La Gomera, de caseríos se han convertido en barrios, uno a la derecha, el segundo a la izquierda. A la altura de Antón Díaz, ya necesitaba el guarapo. Primero uno de a peso, luego otro de cuarenta centavos. Con el tanque lleno, seguí pedaleando y disfrutando a mi manera de ese pedazo de tierra que fue germen de lo que es hoy Santa Clara, la otrora hacienda de Antonio Díaz. Pasada la parada de la ruta 7, sembrados, un merendero particular al borde de la carretera, y el camino de La Purísima (creo que antiguamente fue una conocida lechería). Palmas, sembrados, y la trama antigua que tuvo la Central, en el lugar conocido como “la curva de los mil hombres”. Una vez a la altura de los Almacenes Universal, Esperanza queda al cantío de un gallo, pero habrá que pasar todavía por el caserío de los Casanova, portones que anuncian fincas desaparecidas, y casas dispersas a uno y otro lado de la carretera. Aparece el puente sobre el río Arroyo Grande (por suerte no lo han pintado de naranja!) y luego a la derecha Tumba-la-Burra. Se acaba el municipio de Santa Clara y comienza el de Ranchuelo. Un poco más de pedal, y llego al cuchillo donde hubo una gasolinera de la Texaco. Dejo la Central, y tomo el camino de la izquierda que me permite un acceso más rápido al parque de La Esperanza. Carezco de guía, y si la hubiera no creo que La Esperanza ocupara espacio, por tanto, hago mi propio recorrido a medida que “invado” el pueblo. Como un explorador, como un viajero que descubre lo que a mano tenía. La bicicleta “mini” fabricada en Ucrania tiene 22 años, pero me delatan la cámara y el sombrero. La gente desconfía un poco cuando ven locos como yo. Felizmente hablo como un perfecto cubano, que es lo que soy, y la desconfianza desaparece. Me acerco a una casa donde hay un merendero improvisado, hay gente sentada en el portal, mucho más alto que el nivel de la acera. Columnas carcomidas por el tiempo. Baranda en hierro forjado. Gente afable. Saludo y pregunto si podré encadenar a la reja mi bicicleta para dar una vuelta por el pueblo. Como si no le pone candado, me dicen, -se la cuidamos. Le compro un refresco natural al vendedor, pago y me alejo por la calle donde estuvo levantada la primera casa de Puerta de Golpe. Era el Camino Real. Corría 1809. ©cAc


2 commentaires:

  1. Hermosa crónica que describe precisamente lo que se siente al recorrer el camino hacia la Esperanza. Habiéndolo hecho muchas veces recuerdo cada detalle que mencionas y muestras en las fotos. Los tramos estrechos de la antigua carretera, el viejo puente del ferrocarril casi al lado del de la carretera, las entradas a antiguas fincas, los célebres mojones o marcadores de distancia hechos de piedra que datan de cuando se construyó la Central. Yo si tuve el chance de recorrer y visitar el pueblito. Este guarda algunas joyas desde que entras en el mismo y que le dan un encanto de pueblo de provincia varado en el tiempo. La entrada por la calle Real esta llena de casas-quinta como las de la foto y otras más modernas como la que fuera la casa de un amigo de mi padre donde estuve muchas veces. Después viene la línea del ferrocarril. En Esperanza era que antiguamente se dividía el ferrocarril el ramal sur que va aun se usa para ir hacia Cienfuegos y el central que iba hacia La Habana. Esto hace que el pueblo tenga dos antiguas estaciones de trenes. La más importante está en el ramal sur y había otra abandonada y en ruinas hace años en el otro ramal que ya no se usa desde que se construyó la línea central en los ’70 cuando se construyera una tercera estación por donde pasa esta, mucho mas alejada del pueblo. No se si te detendrás en próximos post pero recuerdo haberme subido al campanario de la iglesia desde donde se ve casi todo. La iglesia es muy parecida a la del Carmen. Otras joyas son el elevado de la Central, la plaza del mercado, la antigua fábrica de cigarros y muchas casas de este que fuera municipio antes de la actual división político-administrativa.
    Saludos,
    Michael

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  2. Gracias Michael, la crónica está escrita con la pasión del viajero que descubre, y tu comentario deviene crónica también, con sugestivos detalles, que incitan a volver a caminar por el pueblo. La crónica está dividida en cuatro post. Por qué La Esperanza, que fuera partido pedáneo, luego municipio, perdió esa categoría socio-administrativa? Si hubo razones de que desapareciera como municipio, por qué no fue incorporado su territorio al de SC, si consideramos que de toda la vida, los que residían desde Las Minas a Tumba-la-Burra, iban a La Esperanza y no a SC para hacer una compra (el pueblo llegó a tener 8 carnicerías, casi cincuenta bodegas tiendas de víveres, así como tiendas de ropa, peleterías y quincallas), consultar a un dentista (disponía de 8 gabinetes dentales) y otras gestiones (talleres de reparaciones, tintorerías, ? Vale recordar que el pueblo tuvo un auge sin par que fue in crescendo desde su fundación. Voy a agregar que La Esperanza tuvo una de las pocas industrias de procesamiento y fabricación de cartón de la Isla, que desde antaño fue un pueblo con problemas de agua, no sé si debido a su manto freático o algo por el estilo, no obstante, mi padre me dijo una vez que en los alrededores de La Esperanza había un manantial o fuente con un agua insuperable, a donde iban las mejores panaderías de SC para con ella elaborar sus productos, fundamentalmente pan. Llegué a escuchar también que muchos Esperanceños tenían residencia secundaria en Varadero y era de los pueblos del interior de la Isla que más frecuentaban el susodicho balneario. No pierdas el hilo de la crónica, y no vaciles en agregar detalles. Buen domingo, seguimos en “Puerta de Golpe”. cAc

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