lundi 14 février 2011

Un artículo alusivo a Coppelia este 14 de febrero.

Del “Mercado” al “Coppelia” ¿Y después qué?

por Yiset Betancourt Casanova



Siguiendo la tradición renovadora del Centro Histórico, el edificio del Coppelia de Santa Clara, fue emplazado a solo unos pasos del Parque Leoncio Vidal, en la manzana comprendida entre las calles Colón, San Cristóbal y Mujica; asumiendo el lugar de la antigua Plaza del Mercado, que también tuvo sus antecesores. El primero de ellos fue el primer punto designado con carácter de provisionalidad para la venta de carnes en el patio de la casa del Alférez Mayor Gaspar Rodríguez de Arciniaga alrededor de 1698, ubicada en la intersección de las calles Luis Estévez (entonces San Juan Bautista) y Céspedes (Calvario y luego Santa Rosa).
Posterior a 1713, este punto es trasladado para una carnicería, creada también con carácter provisional, en la parte posterior de la Casa Capitular, en una pequeña plazoleta con salida a la calle Villuendas (Calle de San José a partir de 1734); que más tarde se conoció como plaza de “Las Tahonas”. Paralelo a esto, también desde 1713, en un espacio abierto de la Plaza Mayor (Parque Vidal), hacia el lateral izquierdo de la desaparecida Parroquial Mayor; se estableció, y por mucho tiempo, un mercado público fundamentalmente para aquellos productos provenientes del campo, donde se habilitó de forma provisional otra carnicería desde 1715.
Estos puntos nunca se consideraron definitivos porque, desde 1713, el ayuntamiento proyectaba ya su carnicería definitiva, dentro de la manzana que hoy ocupa el Coppelia, pero no en toda su extensión, se menciona como una casa mandada a construir entre las de Domingo Martí y Baltasar Lagos. Pero este proyecto no pudo materializarse hasta el año 1765, luego de estabilizarse la economía en el país tras la guerra con los ingleses que culminó en 1763. Se edificó de embarrado y tejas a un costo de 300.00$ por contribución de los vecinos y en 1774, el Cabildo dispuso, para mayor beneficio público, que en este punto debían venderse tanto las viandas como las carnes, siendo este el principio de la otrora Plaza del Mercado.
Posterior a la Constitución del 25 de agosto de 1812, entre 1820 y 1823, la Plaza Mayor es bautizada como Plaza de La Constitución y en 1849 queda completamente transformada como Plaza del Recreo, eliminándose definitivamente en ella todo tipo de actividad comercial. Tales acontecimientos, unido a las escasas dimensiones de Las Tahonas y las precarias condiciones de la carnicería edificada en el 65, dieron lugar a que se pensara en un nuevo proyecto de plaza para el mercado, que ampliara la carnicería en el propio lugar. En 1858, exactamente el 18 de julio, esta nueva plaza para el mercado quedó abierta al público, habiéndose celebrado el día anterior una ceremonia para su bendición, Llevaba el nombre de La Plaza “Concha”, estaba considerado el segundo mercado de la isla, constituido por un hermoso edificio que no solo satisfacía necesidades apremiantes de la población, sino que contribuía notablemente al ornato público, ocupando casi toda la manzana entre las calles San Lorenzo ( Mujica ), San Cristóbal ( Eduardo Machado) e Isabel II ( actual Colón), dando frente a esta última donde se elevaba un pórtico de orden toscano sostenido por 12 columnas, siendo obra del Sr. Falces a un costo de 70 000$.

Este mercado estuvo presente hasta la primera mitad del siglo XX, Las pretensiones de la Villa, en épocas de bonanzas y florecimiento económico, propició que se diera el lujo de remodelar nuevamente su plaza para el mercado que ya no se consideraba a la altura, construyéndose en su lugar, antes de 1935, un majestuoso edificio de dos plantas de estilo Art Decó. Su nombre por el que se le conoció fue La Plaza del Mercado de Santa Clara. Pero este nuevo y emblemático edificio que con el tiempo y uso había dejado atrás su esplendor y llega a los años 50, considerado como un espacio ruinoso e insalubre, nido de ratas y perros malolientes, lugar asiduo de comerciantes y traficantes. El rechazo a este sitio, no dio lugar a un solo pensamiento de rehabilitación y si de demolición, fue entonces cuando se escogió para edificar en el la cremería “Coppelia” de Santa Clara, que todavía hoy, pese a muchos avatares, continua siendo un sin igual en la toda la isla de Cuba y en la arquitectura de la ciudad. Fue construida en solo 5 meses e inaugurada para homenajear el “Día de los Enamorados” del año 1967, surge como una de las obras sociales inmediatas y más grandes, realizadas en esta ciudad con la Revolución, nació con buen augurio: (…) “Expenderá helados de múltiples sabores -más de veinte tipos­-, traídos de La Habana y almacenados en las neveras de que se ha dotado a la cremería con amplitud para dos mil tinas de doce galones y medio cada una. En el futuro se elaborarán en nuestra provincia.”, (…) “Contará de inicio con una capacidad de servicio de quinientas personas a la vez (…) desde las nueve de la mañana hasta la una de la madrugada”[1]-[2]. “Sencillamente fastuoso, ¡Así es Coppelia de Santa Clara!”, fueron algunas de las impresiones recogidas por la prensa, y el de una joven que así se exclamó luego de haberse debatido en la difícil elección de 24 sabores… ¡Que tiempos aquellos!

Esta singular construcción, obra creada por el Arquitecto cubano José Cortiñas, en una ciudad compacta, donde gana protagonismo el eclecticismo, se integra en su contexto de manera excelente por su escala. Los marcados quiebra-soles que acentúan la verticalidad en sus fachadas, combinados con vegetación, y su abierta espacialidad interior que aprovecha las columnas del edificio anterior, denotan su ligereza y transparencia. La tamizada luz interior a través de los entramados de madera del techo y su bellísimo tragaluz del centro hace que desde fuera, dé la impresión de ser un gran espacio verde semiabierto y desde dentro, quede en diálogo constante, a través de sus inmensos balcones, hacia una maravillosa vista a la cotidianeidad social del centro cívico. Fueron estudiados con detalles los materiales, le señalética, el mobiliario, los uniformes y la preparación técnica del personal, todo en función de un servicio de calidad y confort.

Aunque algunos expertos, como Mario Coyula en su artículo “La Ciudad Rampante[3], hagan referencia a su agresividad al entorno, debido a la forma expresiva de los elementos prefabricados utilizados en la planta alta, se trata de una ruptura en la imagen urbana con la impronta de la modernidad que, con los años, ha adquirido un notable grado de reconocimiento social convirtiéndolo en un icono identitario de la ciudad -(lo mismo que en su momento ocurrió con la construcción del Hotel Santa Clara Libre en pleno parque Vidal y que hoy forma parte indisoluble de nuestra historia)-, que llegó para quedarse, y sin el cual hoy no sería, esta, nuestra ciudad.
Desde hace algunos años, se realizan loables esfuerzos por conservar nuestro “palacio del helado” y recuperar la originalidad del proyecto. En estos momentos, se han eliminando muchos de los elementos inarmónicos que fueron agregados en diversos momentos de su explotación tales como el anden y el punto de venta rápido por la calle Mujica, se repararon los pisos de granito del segundo nivel que fueron dañados indiscriminadamente por unos mostradores enlajados de piedras que se colocaron para la venta de embutidos y otros servicios que nada bueno aportaron y que felizmente se retiraron, se repararon unos y sustituyeron otros de los mármoles de las columnas dañados en su mayoría por el intemperismo, se rehabilitó el área técnica de elaboración…etc. Hoy aparecen nuevos valores agregados al edificio, como es el caso de la escultura de La Paloma del escultor santaclareño Ernesto Torres que ya está algo deteriorada y que fue incorporada en su última reapertura el 4 de diciembre del 2002 tras otra de tantas acciones de mantenimiento y reanimación. También hay valores perdidos y no difíciles de recuperar, como es el caso de su gráfica original lumínica y con la letra-grafía característica de su época de construcción, dando una impronta de ambiente renovador a la vida nocturna del edificio y su entorno. Hoy se ha hecho una inversión cuantiosa para su reposición, pero la nueva gráfica insertada no tuvo en cuenta las líneas de diseño de la anterior, y aparece acompañada de farolitos dorados alusivos del estilo colonial que invaden todo el interior del edificio. Este tema quedará pendiente a resolver. El voluntarismo también se hace presente, utilizando las puertas de la fachada posterior como “grafica urbana”, que para nada tiene en cuenta la expresión del edificio ni las características urbanas de esta calle de servicio.
¿Qué Coppelia podremos tener los enamorados de Santa Clara para los venideros 14 de febrero?, no se…pero si no lo cuidamos, es posible que la tradición renovadora de Santa Clara en algún momento, tenga que demolerlo y edificar un nuevo edificio en esta manzana. Pero en los momentos que vive nuestra economía resulta más conveniente recuperar y conservar nuestro patrimonio edificado…y el intangible también, claro… ¿porque no aspirar a encontrar otra vez los más de 20 sabores?...

Arq. Msc. Yiset Betancourt Casanova, Santa Clara 1973.
Especialista de la Oficina de Monumentos y Sitios Históricos, Centro Provincial de Patrimonio Cultural.


[1] García Suárez, Andrés; periódico Vanguardia, edición del 14 de febrero de 1967, Santa Clara..

[2] Pérez Gómez, Ibrahím; periódico Vanguardia, febrero de 1967, Santa Clara.

[3] Coyula, Mario ; « La Ciudad Rampante », revista Revolución & Cultura, La Habana, 2003.

Otras fuentes de investigación para este trabajo:

González, Manuel Dionisio. Memoria histórica de la Villa de Santa Clara y su jurisdicción. Imprenta Del Siglo, Santa Clara, 1858.

Radelat Egüez, Antonio. Apuntes sobre La Casa Apolo. Archivo de La Oficina de Monumentos y Sitios Históricos. CPPC, Villa Clara. 1996.

Castañeda Pérez de Alejo, Alexis. Las carnicerías, los carniceros y su historia, No. 51 de la Revista Signos. 2005.

Artiles López, Osmani y Gonzalo Mederos Turiño. Diagnóstico de la calidad en los servicios, de la cremería Coppelia de Santa Clara. Facultad de Economía UCLV. 1994-1995.

Actas Capitulares del Cabildo de Santa Clara, Tomo 21, Archivo de Historia de Villa Clara.

Periódico provincial Vanguardia, ediciones de enero de 1967.

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