samedi 12 février 2011

La tala de los abedules(1)

En cada estación del año, el patio de la casa de Roquemaure ofrece un esplendor diferente de los gigantes que lo habitan. Los pinos intentan ser cortina rompe-vientos sin lograrlo, y no hacen otra cosa que reverencias ante la fuerza del viento, ya sea mistral o tramontano. Los dos cipreses del fondo, presumen de su esbeltez y no se pliegan ante las ventoleras. Los castaños han ido envejeciendo y con los años, se hacen cada vez más frondosos y menos sabios. Son expertos en aumentar el volumen de hojas secas durante el otoño y principios del invierno. No tenemos platanes, tan usuales en el mediodía francés, pero contamos con gruesos abedules de hermosos troncos blanquigrises. Los abedules, incapaces de detener su subida al cielo, han crecido y se han convertido en vigías y lecho veraniego de un ejército de ardillas. A veces, escondido en el granero, disfruto de sus conversaciones ardillescas y de sus piruetas al pasarse de una rama a otra de los abedules. Sin embargo, de un tiempo acá, los abedules se han convertido en una pesadilla, sobre todo cuando soplan vientos amistralados. Ya hemos abatido un castaño enfermo y hemos podado un segundo con peligro para los garajes y la cabaña del fondo. El otoño pasado, cuando el mistral soplaba con fuerza de 120, un ruido sordo estremeció el patio y cundió el pánico en la casa. El abedul situado al fondo de los garajes no resistió las ráfagas del mistral y cayó mortalmente herido, tendiéndose hacia el patio del vecino. Y para evitar verlos danzar con el viento y reírse en sus alturas, hemos decidido podar los abedules. Habrá menos sombra en el patio este verano, pero la inquietud ante el desafío de los árboles quedará en el olvido…, por unos años. Y nada de trepar y podar, en absoluto! La tala de los abedules necesita de expertos podadores, a veces obligados de hacer uso de una barquilla suspendida, artefacto que no necesitó el especialista encargado de podar los cuatro abedules del patio. La grúa convoy excepcional no piensen que fue una exageración, sobre todo cuando el brazo mecánico comenzó a crecer y se posicionó a una altura de seis pisos. Cuatro horas de tala, ruido, caída de troncos, ramas, brotes, yemas y cogollos, astillas y aserrín! Con la tala, ganamos tres años de maderos para encender las chimeneas y una buena semana de recomposición de la jardinería del patio, evacuada de antemano para evitar que quedara aplastada por la ira en caída de los abedules. ©cAc

(1) Este texto está dedicado a mi padre que conocía la existencia de estos abedules gigantes.






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