mercredi 15 septembre 2010

A Coruña, ciudad y provincia




La primera vez que puse los pies en Galicia, fue justamente en La Coruña. Corría el 2002, yo era un boursier Erasmus en la universidad de Salamanca y desde la castellana ciudad el viaje era como decir nada. Terminado el peregrinaje en bicicleta a Santiago de Compostela, en julio pasado, convidé a mi amigo Elie a darnos un salto a La Coruña, a partir de la cual, rodando por las carreteras nortes de la península, entraríamos en Francia. Y para asistir a un congreso-encuentro de universitarios, también en Santiago de Compostela, he vuelto a la ciudad donde vive uno de mis mejores amigos, y cuya amistad viene de lejos, cuando apenas adolescentes, ya trabajábamos en las vegas de tabaco en el fértil valle del Arimao cuando serpentea el Hoyo de Manicaragua y La Carranchola. Entonces éramos becarios de la vocacional, provisionalmente instalada en las faldas del Escambray. Pero es de La Coruña que quiero escribir, aunque el recuerdo me empuja a disgregar, la memoria es así, y hay que darle gusto también. La Coruña es una ciudad que me atrae enormemente. El acento gallego va de par con sus gentes, con la suavidad del verde y la luminosidad del cielo, se come excelente y se beben unos blancos extraordinarios. Si de volver se trata, no lo pienso dos veces, cosa que agradezco a mi amigo, a su prima, y al montón de personas excelentes que he ido conociendo. Me gustaría comenzar por mostrar el paisaje urbano coruñés, pero lo dejaré para otra ocasión. Deambularé por esos sitios en que tomamos vinos y cidras, picamos apreciadas tapas, o nos hundimos en la plenitud de la cocina gallega. Galicia tiene un arte culinario a no perderse, y los gallegos un savoir faire que denota apego a tradiciones de la tierra y del mar, abrazador de la tierra por medio de las rías. Les pongo nombre a los sitios porque no merece la pena, decir que la cocina gallega es buenísima, si no los guío hasta la puerta de aquellos establecimientos coruñeses que la memoria me permite. El Mono Paco, en c/ Mercado 4; la Casa Rita (A casa dos viños) en c/Payo Gómez 8; el Cúrcuma, “nouvelle cuisine” pero sin que falten los buenos productos del terruño, en c/Marconi 4; el bar O Polvorin, el Madame-sans-gêne o aquel desde el cual el Atlántico trae remembranzas familiares y las puestas de sol tiñen los ojos de un letargo crepuscular y que me supo a bálsamo con olores marineros (O Portiño). Elijan ustedes de entre tanto plato gallego, y no vacilen en comentar si es preciso…©cAc

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