jeudi 18 février 2010

Punta de las Mujeres (Lanzarote)


La primera vez que pisamos Lanzarote, hace ya casi diez años, tratamos de llevarnos con nosotros todo el encanto de la isla. Cosa imposible, los aduaneros nos preguntaron si estábamos locos, y sacamos del equipaje el azul turquesa del Golfo, los palmares de Haría, la tierra negra de la Geria y las ondulaciones vibrantes de sus volcanes dormidos. Olvidamos sin embargo, un pedazo de costa agreste que se enganchó en la memoria y desde entonces lo apartamos como un sitio donde volver, para saborear oleaje caprichoso y horizonte finito. Y volvimos, casi diez años después. Con el mismo placer, aunque las transformaciones urbanas han dislocado la memoria y al pueblito costero que habíamos guardado en el bolsillo. Amaneció tempestuoso y tempestuoso fue todo el santo jueves, con trombas de lluvia golpeando, acariciando, brincando y deslizándose por la calle del sumidero. La lluvia y el viento no nos hicieron sentir prisioneros, y tomamos sus desmanes como suave empuje al reposo que venimos buscando al echar ancla en este sitio. ©cAc

©cAc

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