El cielo, entreverado. Medio gris medio blanco, nubes juguetonas y brisa marina invadiendo la costa mientras rodamos hacia Orzola, el pueblo pesquero que se antoja puerta de los mares que bañan el norte de la isla. La ruta bordea la rocosa costa y del otro lado, envuelve toda la región conocida como Malpaís de la Corona. El monte Corona custodia los predios de los que es rey y volcán. Las Peñas de Andía se encargan de suavizar los genios del volcán. La excursión a La Graciosa se derrite como hielo expuesto al sol. El sol no ha saludado a la mañana y ni el día ni los horarios nos convencen. La Graciosa queda para un después, y antes de regresar a un punto de la costa avizorado de antemano, deambulamos por el pueblo, una suerte de fantasma, intimidado por el monte Corona. ©cAc
Lomas, cuestas y declives (Santa Clara)
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Mientras escribía los textos de *Un barrio, una iglesia, un parque*, que
serán publicados poco a poco en el blog www.santaclarabycac.blogspot.com no
pud...
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