mardi 13 octobre 2009

« Nuit blanche » (vraiment blanche !)

Otra « nuit blanche » se apoderó de Paris el sábado tres de octubre. Nada de cogernos por sorpresa, no !, la « nuit blanche » se espera con ansiedad como las jornadas del patrimonio o el marathon. Como otros años, me hice del programa y calculé mis movimientos en función de los tres recorridos propuestos para apreciar las obras de los artistas invitados a producirse : Buttes-Chaumont, Châtelet-Marais y Quartier Latin. Hay que ser un ovni para poder disfrutar largamennte de los trabajos expuestos. Paris tiende a fatigar, la polución ambiental, los metros desbordados, las calles atestadas, y siendo sábado, todo aumentado, inclusive, la fatiga. Me pregunté, qué ver, a dónde ir ?, y sin vacilar, eché en una mochila mi cámara y al descubierto llevé mi trípode. Los metros de la línea dos iban atestados hasta Pigalle y Anvers. Menos compacto hasta La Chapelle, pude bajarme sin tropiezos y perderme en el pasillo subterráneo que la une con la Estación del Norte. Pobres gentes que tienen que tomar el RER cada día para ir y volver del trabajo. El tren apenas avanzaba, no sé qué pasaba, y alcanzar la parada que hace en las inmediaciones del Jardín de Luxemburgo, me pareció una eternidad. Y ni qué decir para subir a la superficie. Miles y miles de gentes habían decidido como yo, de darse un salto hasta el Luxembourg. Un simple vistazo a la marea humana que subía las escaleras y se avalanzaba hacia el jardín me hizo vacilar y pensar en una retirada. Pero no lo hice. Y me lancé a la toma de la fortaleza verde parisina ! Trípode en mano, y la cámara dormida en su mochila, Sebastien intentaba como yo, entrar al jardín para ver la instalación del canadiense Michel de Broin, « La Maîtresse de la Tour Eiffel ».
Un astro gigante colgado, iluminado por potentes proyectores que le hacía emitir un movimiento arremolinado de luces y sombras. Hora y media de cola para entrar al jardín. Dispuestos a envalentonarnos en el aliento por entrar, nos quedamos, hicimos la cola y logramos devorar con nuestros ojos y el lente de nuestras cámaras, la más grande « boule à facettes » del mundo, sostenida por un brazo telescópico que de sólo imaginarlo me trasladaba a una galaxia nueva, aquella de la noche blanca parisina, efímera, pero que como la primera entrada a un cine, quedará para siempre en la memoria. ©cAc

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